Fotos de portada e introducción: cortesía Sebastián Suárez
“Dios, ayúdame” fueron las palabras que dijo en su mente antes de que su cuerpo se desplomara y recibiera una descarga eléctrica de cientos de voltios. Mientras su cuerpo ardía y su corazón se detenía, Sebastián Suárez se debatía entre la vida y la muerte, pues en una laboriosa jornada junto a su padre en el taller donde fabricaban rodillos de bicicleta, su vida cambiaría. La varilla que sostenía firmemente con sus dos manos tocó un cable de alta tensión del que no logró calcular su distancia. “Fueron 4 o 5 segundos, pero se sintieron como una eternidad”.
Su corazón no resistió, se detuvo. Allí estaba él, sin signos vitales, un joven de 20 años; alegre, amante del fútbol y extrovertido. Su padre, John Wilmer Suárez, no dudó y corrió a ayudarlo, en medio de su desespero por ver a su hijo sin reacción alguna, empezó a golpear su pecho sin parar. Su corazón volvió a latir y, como si saliera a flote después de estar a punto de ahogarse, respiró profundamente.
Sus manos estaban totalmente cerradas, trataba de moverse, pero no podía. El tiempo era algo que no podían desperdiciar. En esa carrera de emergencia pasó por dos hospitales hasta llegar a la unidad de quemados del Hospital Universitario de Bucaramanga. El calor de su cuerpo era tal que un doctor tuvo que usar una bata para examinar su espalda, pues al tocarlo con sus manos se quemó. Su sed era insoportable, pero por razones médicas no podía tomar un solo sorbo de ningún líquido; sus ganas de vivir fueron insuperables. “Por qué, por qué habiendo tanta gente mala me tiene que pasar esto a mí”, se repetía.
Fueron meses en el hospital, cirugía tras cirugía, en un desesperado intento por salvar sus manos, pues el daño era muy grave. A veces, lo más difícil es darse cuenta de que muchas cosas van a cambiar, entender las luchas que a cada persona le toca enfrentar puede ser un camino infinito de preguntas. Pero Sebastián no estaba dispuesto a vivir con eso, quería tener una vida normal y nada lo iba a detener. “Encontré mi propósito”, y aunque perdió ambas manos, ganó algo más grande.
En una de sus noches en el hospital recibió un motivador mensaje de Moisés Fuentes García, nadador paralímpico perteneciente a la selección Colombia, en donde le mandaba mucha fuerza, además de invitarlo a probarse en la natación. Al hablar con sus allegados sobre esto, siempre se mostraba incómodo, la natación era un deporte que nunca había practicado y que no le llamaba mucho la atención. Fuentes siempre estuvo pendiente de su recuperación, siempre le brindó su apoyo, además fue tanta su insistencia que a principios de 2021 Sebastián accedió a probarse en la natación, “fui más que todo por pena”.
Desde entonces, Sebastián ha dedicado su vida al deporte. Se dedicó a entrenar y entrenar, Fuentes sabía que tenía talento y futuro, por lo que lo alineó en las filas del Club Colombia Sin Límites, club de natación paralímpica en el que destacan personajes como Daniel Serrano, Leider Lemus, Natalia Prada y Brayan Triana, nadadores de selección Colombia paralímpica.
No solo logró su propósito, también un récord nacional. En el abierto nacional disputado en Medellín en 2021, se colgó la presea dorada en la modalidad de 100 metros mariposa en la que estableció la marca, también ganó medalla de plata en 100 metros pecho y bronce en 200 metros combinado.
Sebastián espera que su fuerte, modalidad de mariposa, lo lleve a obtener más de una medalla en el próximo torneo nacional que se disputará en el Eje Cafetero en 2023.