El momento más preciado para Antonio José Díaz Ardila, fue la organización de la llegada del Papa a Bucaramanga, el 4 de julio de 1986. Detrás de esos dos días en los que estuvo el sumo pontífice en la capital santandereana, hubo un trabajo arduo, apurado, pero satisfactorio.
“Fueron 4 meses dedicados a eso, se debía llamar todo el tiempo a personas en Roma. Asimismo, estuve en cuatro reuniones con el expresidente (Q.E.P.D) Belisario Betancourt en el Palacio Presidencial.¿Y sabe quién era mi jefe? Luis Carlos Sarmiento Ángulo. Belisario Betancourt le dijo a Luis Carlos: “Mire, usted es la persona perfecta para organizar esto. Yo quiero que usted venga a una oficina aquí al lado de la Presidencia de la República y maneje la visita del Papa en toda Colombia”. Aún tengo vívido el recuerdo de cuando llegué a entregarle el informe final de la visita y me dijo: “Muchísimas gracias, de los 20 sitios que visitó el Papa solamente tres me han entregado informes que valen la pena”. Fue muy simpático todo el proceso.” dice Antonio José Díaz Ardila, director Ejecutivo de la Fundación Teatro Santander.
Hogar, dulce hogar
Vive en Cabecera del Llano en Bucaramanga, barrio conocido anteriormente como “Valle de Don Andrés”. Este sector estaba compuesto por varias fincas: Cañaveral, El Tambor, La Cristalina y La Mariana, todas propiedades de David Puyana, un personaje influyente en la vida del siglo XX por ser uno de los pioneros del café en el país.
El apartamento de ‘Toñito’, como le dicen sus familiares y seres queridos, brilla por su diseño fresco y el amplio espacio en el que se alternan cuartos bien decorados, obras de arte y un mirador con vistas al Parque Guillermo Sorzano González, mejor conocido como Parque San Pío. Desde este no solo entra una brisa fresca, sino que también se ven los típicos atardeceres rojizos de la ciudad. Además, hace presencia ‘Mono’, un gato angora que tiene hace un año y
cuya presencia es difícil de ignorar: tiene un pelaje largo y atigrado, se ve que es un animal tan curioso como mimado.
Identidad
Antonio José es de complexión gruesa, porte elegante y una personalidad amable y cercana. Tiene sesenta y ocho años y un sinfín de historias y logros por compartir. Su tez es blanca. Sus ojos son castaños, tiernos, y aunque no tiene barba ni bigote, sí goza de una sonrisa cálida y llamativa. Además, es un excelente contador de historias, tal como me dice su sobrina Alejandra Velásquez: “Siempre que quiere explicar o hablar de algún tema, comienza con una anécdota que conoce para luego contextualizarnos y dejar una enseñanza. Es una persona única en el mundo, un ser de luz, lleno de amor y gratitud. A él todo el mundo lo ama.”
El inicio de todo
En la entrevista que le hice en su acogedor hogar me relató de su niñez. Aunque nació en Bogotá se considera santandereano de pura cepa; de hecho, solo vivió en la capital hasta los seis meses, por lo que no recuerda mucho al respecto. Su hogar se ubicaba en el barrio Chapinero, del cual pasó a Barrancabermeja donde estuvo por tres años, específicamente, en lo que llaman el Centro de Producción. La lista de moradas termina con una finca en Piedecuesta, de la cual guarda gratos recuerdos, y la casa de su familia en Bucaramanga. Hijo de un ingeniero civil y una ama de casa, contó con diez hermanos de los cuales cuatro aún están con vida: uno vive en Bucaramanga y los otros tres en Bogotá. “Viví unos primeros años muy plenos, corría, jugaba, aprendía, fue una buena niñez”.
El poder del amor
A donde llega Toñito deslumbra por su llamativa forma de ser. Es un hombre de buena charla, decente, conoce el mundo y eso se refleja en su pasión por la historia y la política. Además, es respetuoso y dice tener un genio apacible; para él, ser pacífico va más allá de evitar problemas con la gente, se trata de sentirse tranquilo y en paz, situación que como los buenos profetas no sólo aplica, sino también predica a cada momento.
“Cuando en la familia hay discordias, él intervenía y hablaba con las dos personas del problema para que no siguieran con resentimientos, dolores o sin hablarse. Siempre ha sido un mediador, siempre tiene una sonrisa, un cuento o un chiste para hacernos la vida un poquito más feliz”, relató su sobrina, Catalina Velásquez.
Formación escolar y universitaria
Sus estudios escolares se desarrollaron en colegios muy pudientes de la región; la primaria la hizo en el jardín del colegio La Presentación, en la calle 56, con carrera 33. Luego, hizo el resto de su vida escolar en el colegio San Pedro Claver, este último es una institución prestigiosa e importante de orden jesuita, que empezó sus labores en la ciudad, en el año 1975. Es importante resaltar que la historia de este colegio rememora el importante legado de las órdenes religiosas a la arquitectura colombiana y a su estructura escolar.
“Las sociedades van cambiando y la arquitectura es una respuesta a las sociedades cambiantes. El arquitecto bueno no es el que hace una labor distinta, sino el que logra interpretar las necesidades de una sociedad.” resaltó Antonio José Díaz.Él descubrió su vocación y amor por la arquitectura desde pequeño, cuando su casa estaba rodeada de diseños, bocetos y maquetas de edificios, pues su papá se desempeñaba en esos campos, además de ejercer la política.
Por ello, entró en 1970 a la Universidad Javeriana, en la facultad de Arquitectura y Diseño, la cual tiene convenio con el colegio San Pedro Claver. Obtuvo su grado en el año 1975, con una lista de trabajos inigualables. Entre sus proyectos más significativos, realizados durante su carrera, se encuentran la creación de un centro comercial en el sector Cañaveral, y la restauración de la Casa de Bolívar; los dos en la ciudad de Bucaramanga.
Sin embargo, ir a la universidad le obligó a independizarse y vivir en Bogotá. Los primeros años los compartió con sus hermanos que también estudiaban en la Javeriana. Cabe resaltar, que sus demás hermanos estudiaron en diferentes instituciones y países, entre ellos la UIS (Universidad Industrial de Santander), Roma, Alemania, y otro hermano se fue para Estados Unidos, a estudiar en la Universidad de Michigan. Todos consiguieron becas; fueron estudiantes que se ganaron sus logros con esfuerzo y dedicación.
Asimismo, Antonio José Díaz, a los seis meses de graduarse, se ganó una beca para estudiar un posgrado en Restauración de Monumentos, en México.Él cuenta esta historia con brillo en los ojos, pues solo seis estudiantes de América Latina podían recibir el beneficio de la UNESCO, y él fue uno de ellos. Todo era pago: libros, viajes, comida, vivienda; y en ese momento habían devaluado el peso a la mitad, por lo que sus dólares consignados, se duplicaron. Esta oportunidad le llevó a conocer Estados Unidos y República Dominicana, porque al ser parte de la OEA era casi como un diplomático, y las visas se las entregaban de inmediato.
No obstante, entrar a República Dominicana no fue simple, ya que los colombianos tenían la entrada prohibida, pero el cónsul le hizo un trato, ya que era integrante de la OEA, podía entrar solo con la carta de un profesor que avalara un “estudio” o “la revisión de un proyecto”, así le podría poner un sello de investigador en su pasaporte, y así fue.
Curriculum vitae
‘Toño’ siempre salió premiado en su experiencia laboral porque sencillamente, una mente disciplinada conduce a la felicidad y al éxito. Ha tenido experiencia en lo político, en lo administrativo, en finca raíz y arquitectura. Además, fue profesor durante 23 años, en la Universidad Santo Tomás, en la facultad de Arquitectura.
Su camino laboral comenzó cuando en el último semestre de la carrera fue nombrado Director de Control Urbano en la Secretaria de Planeación en la Alcaldía de Bucaramanga; trabajando allí, el director, Gonzalo Romero Mantilla le comentó lo de la beca de la UNESCO, y cuando se fue de intercambio siguió recibiendo sueldo, ya que aplicó para comisión de estudio, es decir, seguía con el contrato hasta que terminara su especialización, toda una lotería.
Luego se independizó, y entró a la empresa Acevedo Díaz Rey Arquitectos. En el año 1984, lo nombraron secretario de Valorización en la alcaldía; en esta labor vivió experiencias inolvidables como la visita del Papa. Su padre Luis Aurelio Díaz, senador del Partido Conservador, alcalde de Zapatoca y personaje importante en la región santandereana, jugó un rol importante en la vida política de su hijo ‘Toño’.
Después de todo esas experiencias fructíferas y valiosas, se retira del puesto de secretario de Valorización y firma contrato como gerente de La Lonja de Propiedad Raíz de Santander, allí duró diez años. Luego se lanzó al Concejo de Bucaramanga por el Partido Conservador, y aunque no ganó, fue nombrado secretario del alcalde por apoyarlo en su campaña. También fue secretario de la Gobernación, en el año 2003. En el año 2004 crea su oficina independiente (actualmente activa) de avalúos de finca raíz, llamada “Arquitectura y Avalúos”. Y desde el 2009 dirige el Teatro Santander.
Obras
Aunque sus inicios profesionales fueron como servidor público en Bucaramanga, Antonio José, el arquitecto, realizó su primera obra en la ciudad de Santa Marta. Se trata del edificio Sede de Droguería Andina, el cual diseñó desde cero y que aún hoy en día se encuentra en pie, como me dijo con cierto orgullo.
Y aunque la memoria no lo deja recordar con exactitud, estima que ha participado en alrededor de 25 proyectos que podrían fácilmente ser más si no hubiera alternado su profesión con la carrera política, administrativa y empresarial que ha desempeñado a lo largo de los años.
No obstante, hay una construcción que resalta por sobre todas. Así como Gaudí tuvo la Sagrada Familia y Norman Foster se consagró con The Gherkin, la joya de la corona para Antonio José (y probablemente toda la cultura en Bucaramanga) se llama el Teatro Santander.
Este espacio no es nuevo en lo absoluto, y esa es una de las cosas que lo hace tan interesante. De hecho, su historia se remonta a 1932, cuando fue inaugurado con bombos y platillos para convertirse en uno de los escenarios más renombrados de su tipo en el país.
Ver en aquella época una edificación tan suntuosa en una villa aún pequeña y apacible era todo un hito: su estilo republicano e imponente eran un deleite a la vista, más por estar enmarcado en el perfil de la llamada Plazuela de Santa Rosa, espacio que luego se convertiría en el Parque Centenario.
Desde conciertos y grandes obras hasta zarzuelas y operetas figuraban entre la agenda que volvía noches mundanas en veladas imperdibles tanto para locales como foráneos. Y así fue durante 16 años, hasta que en 1948 el cine le ganó el pulso a las tablas y el lugar pasó a manos de la aún joven compañía que hoy conocemos como Cine Colombia.
Ese fue su destino durante más de medio siglo, hasta que en el 2001 cerró completamente las puertas para entregarse al deterioro que imperaba en la zona que alguna vez fue vista con tanto asombro por los ciudadanos. “La gente quería comprarlo para hacer un parqueadero o una
bomba de gasolina, como pasó con tantos otros teatros, gracias este no corrió con tal suerte”, acotó Ardila Díaz.
Su papel en esta historia se remonta así al año 2007, cuando contestó el teléfono a una peculiar propuesta: “Estamos buscando cómo salvar el Teatro Santander. Véngase 6 meses para que estructure una idea que nos ayude en ese propósito”. Dicha llamada provenía de la Camara de Comercio y era para crear la Fundación que meses atrás la Alcaldía, Cámara de Comercio, universidades y empresarios bumangueses habían conformado con tal fin.
Ese fue el inicio de un proceso que lo llevó a dirigir la remodelación de tan importante espacio. Antonio José estuvo al frente de la recaudación de fondos, llegó a dirigir hasta 17 grupos de profesionales al tiempo y dedicó años enteros de su vida a rescatar ese caballero de paredes blanco marfil, que hoy brilla con la misma gloria que hace 88 años.
“Toñito estaba muy entregado a la empresa que significaba el Teatro, cada vez que lo visitaba era imposible no mirar el boceto que tenía en su hogar de este. Aún me parece escucharlo mientras decía que no iba a descansar hasta que el lugar se viera así, y lo logró”, dice Elkin René Reyes, amigo de hace más de veinte años de Antonio.
La inauguración ocurrió el año pasado y quienes estuvieron allí, vieron un Antonio José radiante, orgulloso del proyecto que con tanto esmero ayudó a materializar. Hoy en día sigue siendo director del mismo, lo cual lo pone como una de las cartas fuertes de la cultura en la región.
En el último año, según cuenta mientras su semblante se ilumina, se realizaron 68 eventos de la más alta categoría. A ello se suma la consolidación de una cada vez más robusta estrategia formativa en teatro, ballet, danza y otras expresiones artísticas que esperan fortalecerse con la finalización de un segundo escenario en un ala conjunta.
Si hay algo cierto es que el Teatro Santander está más vivo que nunca y día a día se nutre de todos quienes lo encuentran como un lugar vigorizante, necesario para transformar la ciudad y enriquecer la vida de las personas.
Este es el presente de Antonio José y en muchos sentidos la cumbre de su labor profesional; no obstante, dista de ser la experiencia que atesora con más cariño, un puesto que se lleva un evento que ocurrió hace 34 años y aún está en la mente (y los corazones) de muchos bumangueses.
El año era 1986 y uno de los personajes más populares del mundo entero había confirmado su visita a Colombia: se trataba de un hombre delgado, de aura conciliadora y aunque su nacionalidad era en polaca, personas de todo el planeta sabían de Karol Józef Wojtyła, mejor conocido como Juan Pablo II.
Visita del Papa a Colombia
La noticia era todo un revuelo por ser el segundo Papa que venía a nuestro territorio y el primero que visitaba Bucaramanga. Pronto iniciaron los preparativos y como pasan las mejores cosas, por casualidad, Antonio José quedó encargado de la logística.
Al inicio del proceso no existía un gerente para tal iniciativa, no se sabía que se necesitaba, pero pronto los dirigentes de la época se darían cuenta que el trabajo debía ser coordinado. Al gobernador le gustó el perfil de Antonio Jose Díaz Ardila por lo que había visto en las reuniones de las que participaban, además de generarle confianza el hecho de que fuera el sobrino de Jorge Ardila Serrano, obispo de Bogotá en aquel entonces.
Tras ello, comenzó el verdadero trabajo: planear desde la llegada del Sumo Pontífice al aeropuerto Palonegro, hasta la seguridad de su recorrido, el cual incluyó un viaje en helicóptero al Seminario Mayor de Floridablanca y una posterior caravana por la autopista que terminó en la Ciudadela Real de Minas.
Fue en este lugar, donde hoy se erige la parroquia Nuestra Señora de Torcoroma, que Wojtyła ofició una eucaristía de casi 500 mil personas, la más grande que se ha llevado a cabo en la ciudad. Allí pudo cruzar palabras con Diaz Ardila tras saber el rol que cumplió en toda la organización del evento.
“El obispo le dijo quién era yo y hablamos durante un breve instante. Para ser polaco el Papa manejaba muy bien el español, esos segundos los llevo conmigo siempre”, comenta Antonio José, mientras la satisfacción se cierne sobre su rostro. “Luego pude comulgar con él, las dos únicas fotos que tengo son saludándolo y recibiendo el cuerpo de Cristo de manos suyas”.
Por como habla se puede ver que le resulta una experiencia gratificante, y es que no todos quienes profesan la fe católica pueden contar un hecho como este. Ardila se expresa con cariño, su lenguaje corporal se vuelve amplio y cualquiera podría notar el cambio en su persona, al fin y al cabo, se trata de un verdadero encuentro con lo divino.
Acabada la visita, en la que el Papa Juan Pablo II siempre se vio feliz, todo fue catalogado como un éxito. Antonio José había cumplido comedidamente su labor y lo último que hizo fue ir a Bogotá a entregar un informe a Luis Carlos Sarmiento Angulo, coordinador nacional de la iniciativa, sobre los pormenores del Santo Padre en Bucaramanga.
Altruista de corazón, Toño es uno de esos héroes silenciosos que le aportan al alma de Bucaramanga. Desde su carrera como servidor público hasta la apuesta que adelanta actualmente por la cultura local hacen de él, en muchos sentidos, un personaje tan resaltable como afirman todos quienes lo conocen.
Antonio José sueña con que la ciudad sea más participativa, que las personas se hagan sentir como sea.Él conoce mejor que muchos, el corazón de la urbe y ve algo único en ella; tal vez es esa motivación la que hace extenderle una invitación a los ciudadanos para que se sientan orgullosos por el solo hecho de pertenecer aquí. “Los bumangueses debemos ser conscientes y valorar todo lo que nos caracteriza: nuestros parques, nuestra infraestructura, la Universidad Industrial de Santander, la Foscal… Debemos promover ese sentimiento de orgullo, pues es solo apropiándonos de lo nuestro que podremos crecer y estar cada día mejor”. Mientras lo dice, una sonrisa se asoma, al fin y al cabo, es un hombre de la ciudad para la ciudad.