El sol aún no atraviesa las cortinas de la sala. Un pantalón a rayas resalta en la habitación y sus colores generan una vibra de tranquilidad en el ambiente. Sentada en un sofá que da la sensación de haber sido elaborado a base de duraznos, Gina Ing cruza sus piernas y brazos, como si de frío se tratase, e inicia un profundo viaje entre sus recuerdos que la llevan a encontrar las piezas para entender cómo llegó a donde está ahora, en el país de las oportunidades, el lugar donde siempre soñó estar.
En 1971, en el Minuto de Dios, barrio de estrato tres ubicado en la capital, una niña de tan solo trece años ya soñaba con irse a otro lugar que le prometía cosas que, en donde estaba, no encontraba. Un grupo misionero creado por el padre Rafael García Herreros, fundador del barrio y párroco de la iglesia, y a quien demuestra gratitud y admiración, llevó a que Gina encontrara un camino que la conduciría a cumplir su sueño.
Entusiasmada recuerda los escenarios de cuando se reunía con el grupo misionero y cómo esto la llevó a conocer personas de distintos países. Muchos de ellos se alojaron en su casa y dejaban recuerdos que la impresionaban: “Un catre, una sombrilla de margaritas con pétalos blancos y transparentes, y un disco”, enumera con sus dedos los objetos que más le marcaron en ese tiempo debido a su escasez en las calles de Bogotá.
Tantas personas foráneas la llevaron a llenarse de curiosidad por el exterior. “Oía que en Estados Unidos todo el mundo era rico y feliz”, menciona Gina, quien inició en ese momento un deseo ferviente por ir a ese lugar lleno de felicidad que tanto le resaltaban. Las necesidades que vivía en su casa terminaban por fortalecer esas ganas de dejar su ciudad natal; quería salir de su barrio y darles una mejor calidad de vida a sus padres. “Todos los días desayunaban pan con agua de panela”, afirma su hijo, Harrison, quien también ha escuchado y ha sido parte de la historia de su madre.
La curiosidad por este país la llevó a buscar libros, escribir, escuchar música y todo lo que le permitiera aprender inglés. Se acercaba a los extranjeros y les pedía ayuda para poder practicar con ellos el idioma. Construyó una afinidad con esa cultura al punto de vestirse y comportarse como ella consideraba que eran los americanos. Todo a su alrededor parecía marcarle una ruta hacia ese territorio lleno de oportunidades.
“El sueño americano es de ingresos y un tema cultural. La información, el cine, la literatura y la televisión proviene de Estados Unidos, y de ahí lo cultural”, asegura Julio Acelas, historiador, magister en estudios políticos y D.D.H.H.
Después de la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos se convirtió en un gran referente para Latinoamérica. Colombia no fue la excepción. Todo llegaba de esa potencia y así inició una dependencia económica e ideológica hacia ese país que, aún en la actualidad, no cesa.
El imaginario de irse de Colombia es muy fuerte. “La gente migra por mejor futuro económico”, asevera Acelas. Y razón tiene, ya que la economía de Estados Unidos, tal como él mismo lo dice, “Es lejos, mucho más poderosa que la de Colombia”. Y las cifras lo confirman, ya que, en el 2021, esta potencia terminó con un PIB de 19´443.730 M€ mientras que Colombia alcanzó los 237.746. Sumado a esto, el Estado colombiano no contribuye mucho. “La gente voltea y se va porque ve que el Estado no funciona. Es un Estado manejado por la corrupción y que no resuelve los problemas de la gente”, añade Acelas. Esto, unido a la violencia interna que vive Colombia, ha ocasionado que, del 2015 al 2020, 4´691.585 millones de colombianos hayan decidido migrar a Estados Unidos, un caso que solo refleja un continuo aumento en el futuro.
En 1981, luego de que sus contactos la llevaran a una persona dentro de la embajada de Colombia, Gina logró su sueño americano, migró al país de las oportunidades, el lugar con el que soñó durante tanto tiempo. Primero fue a Miami y finalmente terminó quedándose en Carolina del Norte, donde hizo sus estudios como administradora de empresas en la Universidad de Boston y encontró el amor. Logró llevar a toda su familia, padres y hermanos, les brindó la calidad de vida que siempre quiso y los ayudó hasta donde pudo. “Bendita por las elecciones que he hecho”, así se describe Gina actualmente, luego de todo el proceso que tuvo que vivir para llegar al sueño que se propuso desde niña.
La búsqueda del sueño americano termina siendo el objetivo de millones de colombianos, tal como lo reflejan las cifras, y esto a causa de las grandes brechas que viene presentando Colombia desde hace décadas y que no ha logrado subsanar. “La fuga de cerebros”, como lo nombra Acelas, es un mal inevitable que continuará viviendo este país en los años venideros, ya que el ideal cultural hacia Estados Unidos está bastante interiorizado en la población colombiana.
Cada vez más jóvenes desean irse del país, “porque ven que en Colombia no hay futuro”, asegura Acelas. Y si esas grietas continúan en aumento, algo que el Estado deja entrever que es posible, más personas terminaran como Gina, cumpliendo su sueño de irse al país de las oportunidades.