“En cualquier grado de estudios nos vemos limitados a seguir estudiando, existe esa brecha entre los que pueden continuar y los que no” dice Diego Flores, un joven mexicano de 20 años quien tuvo que abandonar la escuela debido a los problemas económicos que ha dejado la pandemia.
Diego estudiaba la Licenciatura en Derecho en la Universidad Insurgentes, una institución privada que se encuentra en el número 36 del ranking de mejores universidades publicado por El Universal de ese país.
Su rutina era muy parecida a la de cualquier joven estudiante. Se levantaba a las 6:00 de la mañana y tras realizar sus tradicionales acciones, salía de su casa para tomar el autobús que lo llevaría a la escuela, tomaba sus clases, convivía con sus compañeros y amigos, aprendía de sus maestros, se interesaba por los temas. Al término de sus clases regresaba a su casa en donde realizaba sus tareas, ayudaba en los quehaceres domésticos, en ocasiones antes de llegar a casa iba a jugar fútbol con sus amigos, deporte que disfrutaba mucho.
Las cosas cambiaron cuando la cuarentena comenzó y las aulas quedaron vacías, a través de las pantallas de las computadoras se impartían clases. Así fue como Diego cursó el quinto cuatrimestre, por línea, (en México hay instituciones que al año cursan 3 periodos de 4 meses cada uno). Confiesa que no era lo mismo, tampoco era de su agrado, en ocasiones le costaba trabajo prestar atención, pero siempre trató de tener muy buena actitud, realizar todos sus trabajos y seguir aprendiendo.
A pesar de las ganas y el empeño que él puso en sus estudios, las cosas tomaron un rumbo diferente. Su madre se quedó sin trabajo ya que debido a la pandemia la fábrica industrial donde laboraba cerró temporalmente. Su padre, quien se dedica a la carpintería, no estaba recibiendo mucho trabajo, los encargos habían disminuido y a sus padres se les complicó juntar el dinero de la colegiatura para que su hijo regresará a clases, por lo que Diego decidió desertar.
Actualmente, lleva cuatro meses sin estudiar, sus metas y sueños se han visto en pausa. Su rutina ha cambiado totalmente: se levanta a las 8:00 de la mañana, desayuna junto a su padre y en ocasiones le ayuda a realizar los muebles, sillas, mesas u otros objetos hechos de madera, aunque el trabajo es incierto. Las ventas siguen bajas, hay días que no hay mucho qué hacer, otros en los que no hay trabajo, y alguna semana donde se la pasan elaborando un pedido especial. Su madre continúa en busca de trabajo, ahora es más difícil conseguirlo pues las empresas no están contratando personal. Sigue con la esperanza de que la empresa donde laboraba vuelva a abrir y le llamen para retomar su antiguo trabajo.
Diego espera regresar a clases en enero del próximo año, dice él: “Cuando las cosas se acomoden un poquito mejor”. Aunque esto es solo una suposición que espera se cumpla, ya que quiere seguir preparándose en la rama del Derecho, lograr experiencia, conseguir un buen trabajo, ayudar a sus padres, independizarse y construir su propia vida.
Una historia que se entrelaza
Así como la historia de Diego, hay muchas más en México y en el mundo, en donde los jóvenes tuvieron que renunciar a sus estudios a causa de la pandemia. Tal es el caso de María Alejandra, una joven colombiana de 20 años que estudiaba la Licenciatura en Biología en una Universidad, en Bucaramanga, pero que tuvo que dejar debido a los problemas económicos que trajo la pandemia.
“El coronavirus hizo que cerraran mi antiguo trabajo, me quedé sin empleo y no pude seguir pagándome mi semestre”. María Alejandra trabajaba para poder solventar sus estudios y cursar una carrera universitaria, ella estaba a cargo de una sala gamer, sus tareas consistían en tener el lugar limpio, llevar el conteo del uso del tiempo de las computadoras, manejo de caja e inventario, así como la preparación de algunas comidas. Sus actividades diarias se conjugaban con la Universidad, ya que en su trabajo, cuando el tiempo se lo permitía realizaba las tareas escolares y en ocasiones tomaba clases. Su modalidad de estudios era abierta a la distancia por lo que solo acudía los sábados a la Universidad y junto a ello recibía sesiones semanales en línea por medio de su computador.
Ver infografía 'Obstáculos de la educación en tiempos de pandemia'
La rutina de Alejandra cambió completamente el 24 de marzo, debido a la pandemia el lugar cerró, ella se quedó sin empleo y sin el salario que apenas le alcanzaba para cubrir el crédito que solicito en su antigua Universidad. Ahora, ella se encuentra en casa con sus dos hermanas mayores y sus padres: “Mi madre no puede apoyarme, pero ella me da comida y vivienda, con eso tengo. Yo trato de pagar la universidad”.
Quiere retomar su segundo semestre de la carrera a principios del próximo año, por ahora se encuentra estudiando ingles de manera autodidacta, está en busca de trabajo, en los call center, de mesera o cualquier lugar o empresa que no cerró debido a la pandemia, ella bien lo dice: “Todo lo que me pueda dar una oportunidad para continuar pagándome mis estudios”.
La estrategia en México
La realidad son las cifras que la Secretaria de Educación Pública (SEP), en México dio a conocer durante la conferencia de prensa que realizó el 8 de agosto, donde se informó que aproximadamente el 10% de los estudiantes de nivel básico y el 8% de nivel superior abandonaron sus estudios debido a la pandemia de coronavirus.
Pero ¿cuál es la solución ante el problema? Pedro Rojas Chavarría, titular de la Coordinación Estatal del Sistema de Enseñanza Vivencial e Indagatorio de las Ciencias (CEVIC), dependencia de la SEP, habló para Plataforma Digital UPB e informó la estrategia que se está llevando a cabo en el Estado de México y que denominaron La escuela cuenta contigo.
Hace poco entró en vigencia esta estrategia que tiene como objetivo disminuir el número de estudiantes que decidan abandonar sus estudios. Lo que se está realizando es un conteo de los datos que se encuentran en el sistema, para saber si cada estudiante se inscribió de nuevo al grado escolar que le corresponde, sino es así, conocer por qué no han retomado sus clases. Realizan una visita en casa para conocer las condiciones en las que se encuentran. Esta estrategia se está implementando en todos los niveles escolares, desde la educación básica, hasta la superior.
Cada caso es diferente, se han encontrado situaciones en las que los niños se quedan al cuidado de los abuelos, debido a que los padres o cuidadores fallecieron por COVID-19, en otros casos los padres se han quedado sin empleo. Existen además, progenitores que salen a trabajar y los niños se quedan solos por lo que no toman sus clases. Hay historias dramáticas que genera la renuncia a sus estudios.
Al tener identificado el problema, se da la solución, la cual va desde otorgar una beca, equipo de cómputo, tecnológico, realizar alianzas con alguna empresa para proporcionar un empleo a los cuidadores y padres de familia de los estudiantes, hasta el acompañamiento físico del maestro para aquellos alumnos que no tienen las herramientas tecnológicas para tomar sus clases. Existen comunidades que se han organizado para estar al tanto de que los niños y niñas tomen sus clases.
Ante esta solución al problema, la Licenciada en Educación, Guadalupe Gina Escobar León, docente de la educación media superior, le contó a Plataforma Digital UPB sobre las estrategias que se han implementado frente al abandono escolar.
Ella comenta que en estos momentos la educación ha dado un gran giro debido a la pandemia que se ha presentado y lo que el Estado debe hacer es dar soluciones efectivas y rápidas que ayuden a que el alumno siga estudiando, pero sobre todo estrategias a largo plazo que le permitan continuar solventando sus estudios: "Realizar uniones con empresas privadas y públicas es parte de la clave para que el proceso continúe". Generar planes en conjunto, donde empresas, organizaciones, gobierno y sociedad puedan aportar una ayuda, creando personas más empáticas y jóvenes preparados profesionalmente.
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La falta de orientación vocacional
En Colombia, la edad promedio de finalización del bachillerato es entre los 16 y 17 años, lo que supone que a esa edad (o incluso antes), se debe hacer la elección de lo que se hará el resto de la vida: una carrera universitaria. Esta decisión supone una presión muy alta en el adolescente, ya que, de elegir mal tendrá que estudiar algo que no es de su gusto, o, si tiene la capacidad económica, optará por desertar de la carrera y escoger otra.
Según un estudio del Banco Mundial, Colombia ocupa el segundo puesto en los países de América Latina con la mayor tasa de deserción universitaria, ya que un 42% de los estudiantes se retiran de las instituciones de educación superior en los primeros semestres. Además, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, solo un 22% de la población entre los 25 y 34 años tiene un título universitario en Colombia.
Aunque la mayoría de estas deserciones se dan por falta de estabilidad económica, el no haber recibido asistencia en orientación vocacional antes de elegir la carrera influye de gran manera. Desde el 2016, las matrículas en IES han ido disminuyendo, en una parte, porque los jóvenes están optando cada vez más por cursos que les permitan ingresar más rápido a la vida laboral. Así, según un informe del SNIES, mientras que en 2016 hubo 952.988 estudiantes nuevos, en 2017 fueron 912.468 y en 2018, 843.767. Esto quiere decir que, en dos años, casi 100.000 jóvenes colombianos optaron por no iniciar una formación superior.
En una encuesta realizada por Plataforma a 35 estudiantes de IES de Bucaramanga y su área metropolitana, mientras que solo cinco de ellos recibieron orientación vocacional antes de ingresar a la educación superior, 10 la recibieron en los primeros semestres de carrera y los 20 restantes no recibieron nunca una orientación. De esos 20, solo siete están completamente conformes con sus carreras.
Ante esto, psicólogos y universidades invitan a bachilleres y alumnos a mantenerse siempre bajo una orientación vocacional que les permita escoger la carrera adecuada y que se adapte a las capacidades de cada estudiante.