Columna de opinión
Pasillos, bambucos y danzas, ritmos insignes de un pequeño instrumento poco conocido y, a su vez, no tan colombiano como se piensa: la bandola. Un instrumento de cuerda con forma de pera, nacido en Europa a mediados del siglo XX y también relacionado con otros términos como mandolina o bandurria de los que pareciese imposible imaginar su presencia en alguna región colombiana, adornando esas tardes de descanso, tertulia y café colombiano.
Fueron esos atardeceres de inicio de siglo XX en los que los abuelos, tíos y amigos se reunían alrededor de aquél instrumento tratando de embriagarse una vez más, conquistar damas, bailar un rato o tan solo con la intención de contar algún relato más para acompañar la parranda.
La bandola andina colombiana lleva consigo historias ancestrales de risa, placer, encanto, romance y alta complejidad de interpretación; debido a esto, en ocasiones se convierte en un instrumento curioso y temible -por sus doce cuerdas y su forma- tanto para los intérpretes como para los espectadores. Es la bandola la protagonista de numerosas melodías, y que, inicialmente acompañada por la guitarra y el tiple, transforma la noción cultural del país desde la música, generando una gran revolución y una comprometedora sucesión de intérpretes.
Con el paso del tiempo, no solo ha sufrido ciertas transformaciones físicas, gracias a personajes hoy reconocidos para la música colombiana como Pedro Morales Pino, Plinio Herrera Timarán y Diego Estrada, quienes, además de adecuarla, incentivaron a los jóvenes de la época a interpretar el instrumento en estudiantinas —conjunto musical formado por aprendices universitarios— tertulias, tríos musicales y convencieron con su conocimiento, creatividad, emoción y entusiasmo a los muchos espectadores amantes de la música colombiana.
No sólo protagonista de música colombiana
Los sonidos que se escuchan son muy agudos y delicados. Oriana Medina Parada, Magister en Música con énfasis en Interpretación de bandola andina, está afinando su instrumento para interpretar como bandola solista, una de las muchas obras adaptadas por ella misma.
Todo comenzó por la curiosidad de probar nuevas cosas con un instrumento tan inexplorado académicamente; los múltiples concursos ganados, estímulos recibidos y nuevos retos, fueron los que terminaron llevando a Oriana a recorrer toda Europa con ritmos tradicionales colombianos como concertista. Como bandolista, afirma que esas doce cuerdas siempre están llenas de sorpresas y eso le motiva a seguir.
Panorama nacional y regional
Aunque en el departamento no se reconocen festivales o concursos propios de bandola, existen espacios culturales en los que se resalta la música colombiana y el uso de instrumento, como el Festivalito Ruitoqueño o la Orquesta de Cuerdas Pulsadas de Santander.
Cuando se habla de la bandola siempre están por delante múltiples historias, no solamente de música colombiana, de estudiantinas, ensambles y de intérpretes, sino también de directores, como es el caso de Germán Posada, director de la Orquesta de Cuerdas Pulsadas de Risaralda “EnPúa” quien afirma que hubo un tiempo en el que, al estar escuchando alguna obra sinfónica interpretada por alguna banda, siempre imaginaba cómo sonarían esas “pepas” en instrumentos de cuerda.
Fue así como se embarcó en el trabajo de hacer realidad ese pensamiento y se encontró en el camino jóvenes intérpretes muy buenos musicalmente que poco a poco fueron formando la orquesta actual. Germán afirma que estas experiencias le han servido para llegar a la conclusión de que la bandola no es sólo un instrumento para interpretar música colombiana, sino que también es versátil, pues permite interpretar lo que se quiera y que esto debe ser la motivación para que los jóvenes se animen a explorarlo.
Cindy Dahiana Rincón Angarita, directora del Grupo de cuerdas pulsadas de San Vicente de Chucurí -Ensamble de Cuerdas Yariguí- cuenta que, como maestra, ha impulsado la interpretación de la bandola, no sólo para la música colombiana, sino para nuevos ritmos como el foxtrot, la cumbia, y el calipso, lo que hace que los jóvenes se interesen por ella. Aunque existan otros instrumentos como el requinto, la guitarra o el tiple, los niños manifiestan mucha curiosidad por la bandola, lo que ha hecho que la escuela crezca y que sean más las melodías. Además, reitera la importancia de la misma en los grupos de cuerdas.
“Los jóvenes necesitan un instrumento que los consuma, pero que al mismo tiempo los motive y ese requisito esencial lo cumple la bandola”, asegura Cindy.
En el ámbito internacional, la bandola suele participar en eventos con mandolinas y otros de origen europeo. En Colombia, tiene amplios espacios de interpretación en concursos y festivales realizados mayormente en el Valle del Cauca, Risaralda y Bogotá, como el Encuentro Nacional de Bandola Andina y El mono Núñez, en Ginebra, en el Valle del Cauca, así como el Festival Bandola, en Sevilla. De igual forma, el Festival Internacional de Cuerdas Pulsadas, en Bogotá.
Sin embargo, a nivel regional, a pesar de haber tantos instrumentistas, la bandola andina es poco conocida, por lo que actualmente no existe un festival o concurso propio de ella en el departamento de Santander.
Un instrumento ejemplar, testigo de muchos festejos propios de la cultura colombiana y enriquecedor de la historia musical del país, tal vez, como protagonista de melodías colombianas, como solista o como integrante de orquesta; lo importante es que conserva viva la curiosidad que al ser ejecutada genera a sus espectadores y la conexión que mantiene con sus intérpretes. Maravilla de bandola, la que, al pasar los años, sigue tan viva dentro de los ancestros de la música colombiana como en los nuevos conocedores de ella.