La historia de Colombia desde su independencia ha estado marcada por un monopolio en el poder que ha perdurado en el transcurso de los años. Por la presidencia han pasado las familias más poderosas del país como “Lleras”, “Santos”, “Ospina”, “Pastrana”, entre otros; que mantienen el control político, económico y social sobre los colombianos.
En Plataforma Digital se hizo un recuento de algunos de los mandatarios y hechos que han sido determinantes en la historia presidencial del país. Esta es la primera parte.
Crisis republicana
Para entender esta problemática hay que remontarse a 1830; Simón Bolívar había muerto de tuberculosis y quedaba vacante el puesto de presidente de la nación, los “criollos”, quienes eran los ricos del país, eligen sin consultar al resto de la ciudadanía al exiliado Francisco de Paula Santander, para corregir los errores de su antecesor y llevar a la república a la industrialización.
Pero eso no funcionó en su totalidad, Santander dejó la presidencia con avances en educación e infraestructura, pero no acabó el negocio esclavista de las élites que lo eligieron. Hacendados de esa época y pilares del Partido Conservador, donde destacaban las familias Ospina y Arboleda Pombo, fueron los que no permitieron acabar con la vulneración de derechos de los afrocolombianos, principalmente.
Sin embargo, a mitad de siglo en la presidencia de Hilario López, se dio un golpe a la economía hacendada, acabando con la esclavitud en Colombia. En palabras del periodista Antonio Caballero, “ocasionó que se alzaran enfurecidos los terratenientes esclavistas,| encabezados en lo político por el jefe conservador y antiguo conspirador septembrino Mariano Ospina Rodríguez, y en lo militar por el poeta romántico Julio Arboleda”. Esta rebelión fue contenida por el gobierno en curso, pero dejaba un país dividido que iba verse enfrentado en múltiples ocasiones durante los próximos años.
Ricos al poder y el pueblo a la guerra
Durante los años posteriores, la democracia iba a estar cuestionada en diversas ocasiones, provocando conflictos entre élites liberales y conservadoras, que enfrentaron en varias guerras civiles a las dos familias más poderosas y que dirigían al mestizaje a la muerte. El bando liberal era liderado por “los Mosquera”, con Tomás Cipriano, como su “gran general”; y para los conservadores, Ospina Rodríguez quien era el presidente en ese momento de la recién instaurada Confederación Granadina.
Para el periodista y asesor político, en un libro publicado por la Universidad Pontificia Javeriana, todas estas guerras eran, “riñas entre burgueses con muertes de inocentes mestizos, quienes no tenían oportunidad de estar en contra de las decisiones de sus dirigentes”; además, no había alternativas que no fueran seguir a los “mismos de siempre”. Estas dos importantes familias granadinas iban a acaparar el poder presidencial durante un largo periodo del siglo XlX, erradicando cualquier insurgencia popular que se presentara en el país.
Con la victoria de los liberales sobre los conservadores, se impuso un nuevo régimen en el país, se pasó de una economía proteccionista a un libre mercado, y se dieron mayores libertades a los ciudadanos, pero se siguió persiguiendo a detractores del gobierno nacional. Asimismo, el historiador Jaime Jaramillo Uribe expresó que “entre 1860 y 1880 se dio el paso al Olimpo radical, donde el
poder público era solo controlado por los ultraliberales, dejando al margen a una gran parte de la población”. Esto provocó que para impedir la instauración de la Constitución de Rionegro de 1863, se incitaran guerras civiles entre bandos políticos, ocasionando inseguridad para la ciudadanía.
Además de las reformas liberales, este periodo estuvo marcado por la Guerra de las Escuelas, definida por Antonio Caballero como, “el descontento del clero por perder el control de la educación colombiana”, lo que “provocó una guerra sangrienta incitada por el Papa Pio IX, en contra del liberalismo demoníaco”. Esto ocasionó una rivalidad entre intelectuales liberales y creyentes católicos que terminó con el surgimiento del Partido Nacional, que reunía a representantes de cada extremo con nuevas ideas alternativas.
La regeneración corrupta
Ya en 1880 llegó una nueva cara en la política colombiana. Rafael Núñez se posiciona como presidente de la república con el apoyo de los sectores moderados de cada partido político, y con su idea alternativa de la “Regeneración” se ganó el voto del sector popular, promulgando la Constitución de 1886. Sin embargo, según Jaramillo, “estos aires de progresismo se convirtieron en una demagogia por parte del gobierno que comenzó a postular leyes a favor de los terratenientes y el clero, dando un retroceso importante a las reformas liberales de los periodos anteriores”.
También se dio el fortalecimiento de linajes políticos que habían estado en la oscuridad en el régimen liberal, que volvieron a tener cargos públicos con la llegada de Núñez y que sería una constante durante los siguientes 50 años. Una de las familias más representativas fue “los Mallarino”, que tenían influencia en las decisiones administrativas de la nación, debido a su estrecha relación con el vicepresidente Antonio Caro, cuya hermana era la esposa de Jorge Mallarino.
Con los problemas de salud de Núñez, Caro se hizo cargo de la presidencia durante la década de 1890, siendo, según LaRosa, “un periodo ruin para la democracia nacional, debido a que fue un gobierno adoctrinador, excluyente y arbitrario”. Es entonces cuando una mala administración, sumada con la frustración popular, ocasiona la confrontación armada más sangrienta de la historia contemporánea de Colombia: La Guerra de los Mil Días, en la que se dieron alrededor de 100.000 muertes entre civiles y combatientes.
Un inicio de siglo poco prometedor
Culminada la guerra, el país estaba inmerso en la pobreza y se había perdido la credibilidad en las instituciones públicas, en consecuencia, Theodore Roosevelt, presidente de Estados Unidos, incitó a los ciudadanos panameños a independizarse, que el gobierno en declive de José Marroquín no pudo contrarrestar. Como resultado, Panamá se separaría de Colombia en 1903 y se perdía una fuente económica crucial para restablecer la economía nacional.
La Rosa recordó que “este hecho marcó un punto de inflexión en la sociedad colombiana, donde los colombianos empezaron a preocuparse por la recurrencia de los atroces conflictos del país”, dando paso a nuevos ideales pacíficos propuestos por el general Rafael Reyes en los que resalta “la nueva era de paz y café”. Estas ideas gustaron en el sector popular y, ante la abstención de los liberales, fue elegido como presidente de la república en 1904. Con su llegada, el país comenzó a recuperar su estabilidad económica y daba indicios de optimismo promoviendo inversiones internacionales de las potencias mundiales de la época.
No obstante, este periodo de recuperación se opacó con las políticas represivas del gobierno regente que cerraba periódicos opositores y con las acciones dictatoriales de Reyes que según Caballero “copiaba al caudillo mexicano Porfirio Díaz, fusilando a sus contradictores y rodeado de lambones y amigos”. Al final, fue derrocado y exiliado por sus propios electores finalizando un quinquenio marcado por controversias y avances industriales.
La paz republicana y el fin de la hegemonía conservadora
Después de la fallida dictadura de Rafael Reyes, surgieron nuevos ideales en la política colombiana con apellidos antes conocidos, Carlos E. Restrepo, descendiente del expresidente radical Tomás Mosquera, que ganaba la presidencia frente a un partido Liberal que cada vez más se acercaba a las propuestas socialistas nacientes en Europa. Su periodo se caracterizó por la paz social y un crecimiento económico constante en el país, terminando su mandato a puertas de la Primera Guerra Mundial.
En los años posteriores vinieron momentos inestables en la política colombiana, la corrupción se instaló en el poder público y cada vez se ampliaba la brecha de desigualdad en el país. Los presidentes José Vicente Concha y Marco Fidel Suárez fueron elegidos por un sector privilegiado de terratenientes y del clero, que hacían políticas a favor de la burguesía y de los estadounidenses, dejando al margen al pueblo colombiano.
Según LaRosa, “el café era un pedido exclusivo de todas las potencias a Colombia, pero ese dinero era repartido entre los más ricos”; en consecuencia, familias adineradas que no tenía en cuenta en la repartición de favores expulsaron a Marco Fidel Suárez de la presidencia, montando en el poder a Jorge Holguín, delfín político del conservatismo, quien después de un año de mandato entregó la responsabilidad a Pedro Nel Ospina, hijo del expresidente Mariano Ospina Rodríguez.
Con la llegada de Ospina, comenzó un ambiente de prosperidad en la sociedad colombiana debido al pago de la indemnización de Estados Unidos a Colombia por la pérdida de Panamá; sin embargo, provocaría la “Danza de los millones”, donde buena parte del dinero se perdería por despilfarros, robos y comisiones fraudulentas que cobraban allegados al gobierno, Caballero describió este periodo como uno en el que se vivó “una corrupción nunca antes vista desde los años remotos del colonialismo”.
La Hegemonía Conservadora terminaría con la presidencia de Miguel Abadía, que sería el principal responsable de la Masacre de las Bananeras, un hecho en el que el ejército nacional abrió fuego ante una multitud de familias de trabajadores de la United Fruit Company, dejando un país sumido en la represión estatal, pobreza y sin un rumbo claro.
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