Fotos Semanario Voz y Twitter de Aída Avella.
Persecuciones, asesinatos y entierros, así fue la vida de los miembros y militantes de la Unión Patriótica. Algunos de los pocos que lograron sobrevivir al genocidio recuerdan con tristeza y horror como diariamente eran exterminados. Leonardo Posada marcaba el comienzo de un ritual permanente de ir a los cementerios y escuchar sobre los asesinatos cometidos por los grupos paramilitares.
Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo Ossa, Pedro Jiménez, Octavio Vargas, Pedro Valencia, Manuel Cepeda, Antonio Quiroz Rivero, José Francisco Ramírez Torres, entre muchos otros simpatizantes fueron truncados de su lucha en la que en su momento fue la tercera fuerza política más grande del país.
Todo parecía indicar que iba a ser un día normal, pero como víctima y protagonista, Aída Avella hace memoria sobre el 7 de mayo de 1996 a las ocho de la mañana. La exconcejala se movía por la autopista norte de Bogotá cuando de reojo miró por uno de los espejos del carro y avisa que los están siguiendo. Una camioneta verde con tres hombres, dos en la parte delantera y uno atrás vistiendo un uniforme de color caqui. De forma simultánea uno de sus escoltas grita: “¡nos disparan, nos disparan!”. La imagen de la bazuca que escupía sin asco el rocket que iba directo a su caravana, quedó grabada en sus ojos.
En medio del miedo y la conmoción entra una llamada de Caracol Radio, de inmediato los periodistas Darío Arizmendi y Judith Sarmiento comienzan con un interrogatorio de alrededor de 10 minutos.
—Sí, ¿doctora Abella?
—No, habla con un guardaespaldas. Acaban de dispararnos con una bazuca, ayuda por favor.
—A ver y, ¿cuál es el estado de salud de la doctora Aída Avella?—, preguntó el periodista.
Al aire, con una voz llena de angustia y aún sin reponerse del shock por el atentado, respondía a la avalancha de preguntas como podía.“Una cosa, como una cosa, como una cosa larga disparaba. Como un tubo largo disparaba. No era revólver no (…) una cosa terrible. Por favor hagan algo. Es el precio de la oposición, nos quieren matar porque somos de la UP”.
Sin nada de clemencia, el miedo se apoderó de la avenida. Sangre, destrozos y gente gritando era la clara representación de lo que se estaba viviendo en esos momentos. Como pudieron llegaron al Concejo de Bogotá. Policía, DAS, Fiscalía General y la Procuraduría General ya hacían presencia en el recinto.
Acorralada por periodistas, colegas y demás simpatizantes que manifestaban su apoyo, en medio de una rueda de prensa la concejala sostuvo “me intentaron matar, pero no lo lograron”.Reclamando por la seguridad de la oposición política y de los múltiples asesinatos a partidarios de la UP y el Partido Comunista que estaba viviendo el país por esos días.
Dos días después de ese terrible hecho, Aída Avella dejó Colombia para exiliarse en Suiza. Un nuevo comienzo que al inicio fue duro por la tristeza de dejar el país que la vio nacer y por el que tanto había luchado. Sin embargo, no se dejó llevar por esas emociones que posiblemente la hubieran hecho hundirse y de no gozar de una nueva oportunidad que le permitiría vivir la libertad que tanto deseaba para Colombia.
Llegó con su esposo y dos hijos. Su segunda patria, así llama a ese pequeño país europeo por el que siente el mismo amor que su natal Colombia. En las mañanas destinó tiempo para aprender francés y trabajar en una cafetería.“Como si estuviera de regreso a mis tiempos de universitaria, que fueron de los mejores en mi vida”, aunque las tardes las dedicó completamente al ejercicio político, y en palabras de ella, a pesar de lo duro que es el exilio, continuó su lucha por los derechos humanos y la justicia social de Colombia.
Después de 17 años, 6 meses y 4 días, regresó a Colombia en medio de pancartas y en un aeropuerto repleto de gente al grito de arengas como: “Se vive, se siente, Aída está presente”. Una de las mártires de la UP volvía a la lucha política. Una nueva versión de ella pisaba suelo colombiano para seguir trabajando por el país y hacer memoria sobre la persecución de la cual fue víctima.
Tiempo después de su regreso a Colombia, en el 2014, y siendo la fórmula vicepresidencial de Clara López en las elecciones presidenciales de ese año, volvió a ser víctima de un atentado mientras se movilizaba de Fortul a Puerto Jordán, en Arauca. Aída, quien siempre se ha caracterizado por su acérrimo optimismo, volvió a revivir los recuerdos y emociones que tuvo en la mañana del 7 de mayo del año 96'.“Nos parece lamentable, pero son cosas que se presentan y por encima de todo esta el resurgir de nuestro partido y la participación en la política”, manifestó en una entrevista que le concedió a Noticias Uno.
Recientemente con el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que condenó al Estado colombiano por el exterminio de la Unión Patriótica, para ella y simpatizantes de esa causa representa el esfuerzo de años de lucha y marca un punto importante en la paz y justicia en Colombia.
“Una contribución a todo lo que sucede en el mundo (…) realmente la responsabilidad del estado, de todos los gobiernos que han pasado ahí quedan retratados”, afirmó Aída en una entrevista en la W Radio Colombia.
Más de 6.000 integrantes y militantes de ese partido, que desde 1984 y por más de 20 años sufrieron del exterminio sistemático saben que al fin se está haciendo justicia. Un fallo que marca un punto de inflexión de la contienda contra la guerra en Colombia después de 30 años, en un vaivén de la justicia colombiana y la internacional. En palabras de Aída quien como víctima y protagonista ha sufrido los horrores de la persecución por sus ideales políticos, este fallo es el inicio de una reparación, tanto para los familiares de quienes cayeron como para los sobrevivientes, que como ella que en algún momento de sus vidas tuvieron que recurrir al exilio.