Foto: Plataforma UPB / Edinson Fabían ubicado en la recepción del horno del Cementerio Central de Bucaramanga
Edinson Fabián Rivera Cuadros es un hombre de 35 años, quien trabaja en el Cementerio Central de Bucaramanga, un lugar donde la vida y la muerte se cruzan. Ser sepulturero no es cosa fácil, sus manos y ojos cansados muestran signos de arduo trabajo, sin embargo, Rivera da lo mejor de sí, aun cuando a muchos les parece aterrador.
Antes solía trabajar en construcción en la Empresa Pública de Alcantarillado de Santander, EMPA y en Planta de tratamiento del Anillo Vial, como lo expresó: “En lo que fuera”. Desde hace seis años labora en el cementerio, no por una razón particular, sino que en ese momento estaba desempleado. La primera semana se dedicaba a barrer y aprender de sus superiores lo básico del lugar. A los 15 días, sabía usar el horno, el proceso de exhumación, incineración, tapada de bóvedas, etc. Nunca le ha tenido miedo a los cadáveres; además, trabajar en la Planta de tratamiento le permitió aguantar los malos olores del cementerio, sin embargo, ahora utiliza spray con olor a menta y caretas.
Algunas personas se asustan cuando él les dice que trabaja como sepulturero, por esto en ocasiones prefiere no decirlo, pues se ha sentido rechazado; otras le dicen que no cualquiera puede realizar esta labor y se siente halagado por dicho comentario. Sus familiares pensaban que era un hombre frío porque para él es normal ver cadáveres, enterrarlos, cremarlos, cambiarles la ropa, etc. No obstante, respondió a esta entrevista con una sonrisa, voz suave y agradable; con un buen apretón de manos y una postura relajada.
El cementerio no es un lugar aterrador, sino de descanso para el cuerpo y alma
Al frente del cementerio hay puestos de venta de flores para aquellos que visitan a su ser querido. Al entrar, lo primero que se nota son unas grandes lápidas con estatuas en la parte derecha. Pueden verse las bóvedas, unas llenas y otras vacías. Es un lugar tranquilo y agradable, incluso cuando se sabe que en cada rincón del cementerio hay muerte; el aire se siente y se escucha claramente dando una sensación de paz, al mismo tiempo, de melancolía y dolor.
Edinson afirma que el cementerio es un lugar de descanso para el alma y cuerpo.Él es cristiano y la exhumación de cuerpos representa la frase “Polvo somos y polvo nos volvemos”. También, recuerda a un padre que decía en las misas: “las flores para los muertos no solo son las rosas y las margaritas, sino las oraciones”, las que alimentan el espíritu y alma de la persona que abandona este mundo.
El nombre del fallecido en algunas bóvedas está en una lámina de acero otras en vidrio y otras tienen el nombre casi ilegible en el mismo cemento que se usó para llenar la tumba. La mayoría de lápidas tienen flores, unas artificiales y otras naturales, de colores neón y pasteles; rosas, manzanillas, girasoles, guirnaldas, escudos del ‘Búcaros’, fotos del fallecido, globos y todo tipo de cosas para acompañar al difunto en la otra vida.
Para Edinson, trabajar con cadáveres no es un problema, muchas veces el verdadero problema son los visitantes del cementerio, especialmente algunos fanáticos del Atlético Bucaramanga, los cuales a veces pueden ser agresivos y escandalosos a causa de dolor. “Unos hasta han robado, peleado y fumado marihuana dentro del cementerio”, dificultando y retrasando el entierro, pues se debe llamar a la policía para que controlen la situación. Sin embargo, Edinson trata de entender las acciones de estas personas que sufren por la pérdida de su ser querido.
Por otro lado, están los visitantes amables que saben que ser sepulturero no es un trabajo para cualquiera y algunos les dan “para la gaseosa”. Gracias a estas ayudas, Edinson pudo celebrar el Baby Shower de su hija y el cumpleaños de su hijo.
Como sepulturero, tiene que soportar muchas cosas a causa de los dolientes y ver a las personas llorar y sufrir. Esto lo afecta, porque no le gustaría estar en ese lugar. Lo peor que recuerda fue su primer servicio de sepultura, enterró a una bebé de tan solo dos 2 días de nacida. En ese entonces su esposa estaba embarazada y todos los días le abrazaba la barriga y se decía a sí mismo que no le gustaría perder a su hijo.
El proceso de sepultura es largo y detallado
El proceso de sepultura es un poco extenso. Primero, la funeraria hace un contrato con el familiar del muerto, escogen la bóveda en el cementerio, autorizan los documentos pertinentes en la alcaldía y en este punto, Edinson entra en acción, él y los demás sepultureros se encargan de meter el ataúd en las bóvedas y cuidarlas. Cuatro años después de cada entierro, se hace la exhumación de restos, se le entregan las cenizas a la funeraria y finalmente al respectivo familiar.
Edinson se encarga de la exhumación del cuerpo completo, la cual tiene una duración de dos a tres horas; los primeros cuarenta minutos es para abrir el ataúd y permitir que los gases concentrados allí se disipen; también se encarga de exhumación de restos que dura 40 minutos en el horno. La incineración de un cuerpo puede durar entre una hora y treinta minutos; el proceso puede alargarse dependiendo del tamaño del difunto, “entre más gordo, más tiempo toma”. Edinson comenta que hubo una incineración que duró más de 3 horas, porque la persona pesaba 180 Kg.
Durante la pandemia el trabajo aumentó en el cementerio debido a las muertes causadas por el virus. Aunque usaban trajes de protección, Edinson y sus compañeros estaban un poco ansiosos al estar expuestos y en constante contacto con los muertos a causa de la COVID 19.
Según Edinson, el año pasado el horno duraba casi dieciocho horas prendido, solo se apagaba por dos horas y se prendía por otras dieciocho horas más; en un mes se cremaron 250 cadáveres de COVID-19. En el 2021, la cantidad de muertes por este virus ha disminuido. De hecho, en el 2021 el horno no se ha usado como en el 2020, todo ha vuelto casi a la normalidad, “ya no hay tanto estrés ni ajetreo por recibir a todos los muertos que se tenían que cremar”.
Su familia lo apoya y se sienten orgullos de él
Su familia está consciente de su trabajo. Su esposa Martha Isabel Romero de 26 años, se siente orgullosa de él. En un principio tenía sus dudas y miedos por los tabúes que existían, pero esos miedos fueron disminuyendo poco a poco con el diálogo y aceptación, porque esta labor conlleva mucha responsabilidad y mueve los sentimientos de las personas. También está agradecida en cierto modo, pues durante la pandemia su esposo tuvo mucho más trabajo y gracias a esto tenían ingresos en esa época en la que algunos hogares atravesaron una crisis económica.
Trabajar como sepulturero no ha representado un cambio radical en su vida, solo cuando Martha estaba embarazada, siguió cierto protocolo antes de ir a su casa, como bañarse, cambiarse la ropa y echarse alcohol, para evitar enfermar y/o afectar el embarazo de su esposa.
En la voz de Martha se puede apreciar el amor y la felicidad por su esposo, siente que es un hombre maravilloso y estará ahí para él durante mucho tiempo más. Edinson dice que le gustaría cambiar de trabajo en algún momento de su vida. Estudió un semestre Seguridad Ocupacional y quiere seguir estudiando algo y buscar una forma de ingreso diferente. Martha también quisiera que él cambiara en un futuro cercano de trabajo, para crecer como persona y tener nuevas experiencias.
Para ciertas personas el cementerio puede ser un lugar de dolor y tristeza; para otras, es un lugar de descanso para ese ser querido. Para Edinson, su trabajo es ser el mediador entre ese difunto y el otro lado de la vida; como dijo al principio “polvo somos y polvo nos volvemos”, esa es su labor, permitirle a esas personas volver al polvo.