Foto de introducción: pintura de García Márquez realizada por estudiantes de la UPB Bucaramanga.
El viento soplaba con fuerza y algunas oleadas de calor se colaban en él. Las ramas de los árboles se balanceaban suavemente al compás de lo que parecía ser un día tranquilo. Las campanadas de las iglesias anunciando sus eucaristías, los vendedores ambulantes que desde sus chazas se disponen a vender sus productos y las risas agudas de los niños que corren alrededor de los parques creaban el ambiente perfecto para un municipio como Aracataca.
Así pintaban los días cuando el jueves 21 de octubre de 1982 llegó la noticia a Aracataca: Gabriel García Márquez era el ganador del Premio Nobel de Literatura. Sin embargo, y según fuentes cercanas al escritor, esta noticia no fue trascendental en el municipio, no tenían idea de lo que significaba que uno de sus habitantes ganara un Premio Nobel, incluso algunos de ellos se sintieron un poco resentidos con este hecho, ya que creían que Gabo tendría la solución para ‘arreglar’ el pueblo e instalarle un servicio de agua potable.
Aún así, los que conocieron a Gabriel García deambulando por el Muelle de los Pegasos cuando era periodista de El Universal en el 48 manifestaron que estaban agradecidos con este logro y que ojalá no se olvidara de Aracataca. Es así como El Poli Martínez, un famoso personaje aracateño, expresó que “aquí, que ya nos acostumbramos a amanecer con noticias de muerte, es una putería que el Gabo se lo haya ganado. Ese es como el premio gordo de la lotería”. Junto a El Poli se encontraba Enrique Guillén, quien con orgullo dijo: “a ese man lo vimos aquí tantas veces en este muelle, aquí viven sus hermanos y sus papás, y es como si Cartagena se hubiera ganado el Nobel”.
El 21 de octubre de 1982, a sus 55 años, Gabo recibe el Premio Nobel de Literatura. Foto: tomada de la web
Gustavo Tatis Guerra, ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar y un cercano a la familia de Gabriel García, publicó en 2012 en El Universal un escrito donde contaba cómo fue ese acercamiento a la familia de Gabo, amigos y conocidos. Allí Gustavo comenta que tuvo la oportunidad de conocer a quienes le dieron la vida al pequeño Gabriel. Cuando Gustavo le pregunta al señor Gabriel Eligio García, padre de Gabo, qué se siente tener un hijo ganador del Premio Nobel, este responde “es la cosa más sencilla: es como el primer confite que le dan a un niño”.
Un instante después, Gustavo le pregunta a Gabriel Eligio cuándo llegará Gabo a Cartagena, a lo que él responde “Gabo soy yo, él es Gabito”. Después de una charla amena, y de compartir anécdotas donde la abuela de Gustavo era amiga de Gabriel Eligio, Gustavo se sintió parte de la familia y llegando, incluso, a ser invitado a Trinidad, la casa de campo de los García Márquez. Horas después, Gustavo se encontró con la mujer que llevó en su vientre a Gabriel García Márquez. Luisa Santiaga Márquez nunca imaginó que su hijo pudiera ser escritor, y menos que pudiera ganar un Premio Nobel, pues ella siempre le vio ‘madera’ para ser pintor, porque desde niño tuvo destreza y habilidad para dibujar y hacer figuras, “su letra parejita siempre fue una señal de que sería un buen pintor”, dijo con orgullo la señora Luisa.
En esta cálida y cercana charla, los padres de Gabo le contaron a Gustavo que la mayoría de los personajes de sus historias eran personas reales de Macondo, “la niña Remedios fue una muchacha que trabajaba en el servicio de la casa y un día no vino más. Nos quedamos esperando a Remedios. No supimos con quién voló. Pero no era tan bella como dice Gabito”, revela la madre de ‘Gabito’. De la misma forma, añade don Eligio que “Gabito fue desde niño muy embustero”.
Gabo, la personalidad
Gabriel García Márquez nació en Aracataca, Magdalena, el 6 de marzo de 1927. Fue criado por su madre Luisa Santiaga Márquez y su padre Gabriel Eligio García hasta los cinco años, ya que su padre tenía un negocio de farmacias y su madre daría a luz a sus hermanos, por lo que terminó siendo criado por sus abuelos. Y justo, su abuelo Nicolás Márquez, veterano de la Guerra de los Mil Días, era quien le contaba cientos de historias al pequeño y lo incentivó a andar por el camino de la historia y la realidad colombiana. Su abuela Tranquilina Iguarán pasaba sus días contando historias sobre la familia y leyendo fábulas, ella era quien tenía visiones sobre los miembros de su familia y le gustaba interpretar el significado de los sueños. Era supersticiosa y amante de lo sobrenatural.
García Márquez (centro) con parte de sus hermanos (Aracataca, 1935). Foto archivo: Biografías y Vidas
A los cinco años aprendió a escribir gracias a su profesora Rosa Elena Fergusson, por quien sentía una gran admiración, pues le enseñó a ser puntual y a escribir correctamente en las cuartillas sin borrador. A los diez años Gabriel ya escribía textos humorísticos. Siempre usaba un saco tejido en lana del que nunca sacaba sus manos. Odiaba el frío.
Gabo estudió leyes en la Universidad de Cartagena, lugar donde fue trasladado como consecuencia de un incendio en la pensión donde vivía. Era un alumno irregular. Nunca se graduó, pero tuvo la oportunidad de iniciar como columnista en El Universal, que para ese entonces era un periódico recién fundado y estaba a cargo de Manuel Zapata Olivella, quien le dio a Gabo el espacio de publicar una columna todos los días.
Patricia Iriarte Díaz, comunicadora social y magister en estudios del Caribe y directora de la Fundación IriArtes, comenta que “lo primero que recuerdo que me impactó fue El relato de un náufrago porque eso salió publicado en el periódico, y me impresionó saber que era una historia real que él (García Márquez) había recogido como periodista.Él es un referente que partió en dos la historia tanto del periodismo como de la literatura, se convirtió para los periodistas y para los escritores en un modelo a seguir, en un cataclismo literario tan fuerte en el mundo de habla hispana que era imposible escapar de él por generaciones. Muchos escritores trataron de escribir como él, pero no se logró”. Patricia agrega que lo más representativo del nacido en Aracataca, además de su forma de escribir, era su forma de ser, porque podía encarnar lo que era su cultura caribeña.
El realismo mágico de sus obras
Laurentino Rodríguez, profesor de Colombia Contemporánea de la Universidad Pontificia Bolivariana de Bucaramanga, señala que “las obras de Gabo son una concepción del realismo mágico, porque a partir de la historia entra a fondo en Macondo y lo sitúa en el mundo de la vida cotidiana, entonces él trata de historiar un poco sobre las guerras civiles, por ejemplo, en El coronel no tiene quien le escribaél va describiendo unas cartas y se refleja cómo el estado colombiano corresponde a una situación de abandono. Es lo que se podría inferir de su obra. Es una realidad transformada en literatura”. El profesor revela que no se puede imaginar una historia sin que esté presente la capacidad narrativa del autor, ya que la idea es construir un relato histórico.
En este mismo sentido, Carlos Mario Correa, periodista, magister en Literatura Colombiana y docente de la Universidad EAFIT de Medellín, menciona que la primera obra que leyó de García Márquez fue El coronel no tiene quien le escriba y la considera como una obra “muy potente por su agilidad en pocas páginas para contar un mundo tan extraordinario sobre personas angustiadas, como el coronel esperando una remesa del ejército al que perteneció y, a través de él, mostraba la indolencia de una institución y cómo era la Colombia de los años 50 en medio de una violencia política muy atroz y gente abandonada por el estado”. Si hay algo en lo que estos docentes puedan coincidir es que, sin duda, Gabriel García Márquez lograba contagiar su tristeza y angustia a través de los personajes y, a la vez, estos contagiaban un desbordado optimismo.
Una de las experiencias que es importante resaltar tiene que ver cuando Conrado Zuluaga conoció a Gabriel García. Conrado Zuluaga es escritor, editor y es el cofundador del “Proyecto Gabriel García Márquez” de la Universidad de Colorado en Denver (Estados Unidos), además de que fue amigo cercano de Gabo. “Yo salía de la Fundación Santillana—en el 86— y me encontré a un periodista que conocía de Caracol, lo saludé a él y no al señor que lo acompañaba. Entonces el periodista se puso pálido y me dijo ‘¿ustedes no se conocen?’ y le dije que no, y García Márquez estiró la mano y me dijo ‘eso es muy fácil’, y yo le di la mano y le dije ‘soy Conrado Zuluaga’, y él dijo ‘¡Carajo! Llevo veinte años leyéndote’ y le dije ‘eso no es cierto, soy yo el que lleva veinte años leyéndolo a usted’. Y conversamos un buen rato en las puertas de la Fundación Santillana”.
Conrado Zuluaga habló en más de una ocasión por teléfono con García Márquez y lo describe como alguien que siempre fue amable, con sus tratos cordiales, y como alguien muy atento. Además, asegura que Cien años de soledad es la mejor novela en lengua española después de El Quijote, porque funcionó para abrir un campo en la literatura colombiana que no se había explorado antes y porque rescató una forma de escribir que estaba en desuso y, por último, pero no menos importante, la obra de Gabo sirvió para dignificar y darle valor al oficio de ser escritor y periodista, sobre todo, en Colombia, un país que ha vivido en guerra por más de 50 años.
La llamada
“Todavía no he tenido tiempo de sentir nada. Después vinieron tantas llamadas telefónicas que no he tenido tiempo de reflexionar bien. Espero estar allí en guayabera. El traje obligatorio es el frac, pero aceptan que los hindúes vayan con su traje nacional. Yo estoy dispuesto a demostrar que la guayabera es el traje nacional del Caribe y con el mismo derecho de ir así”: estas fueron las palabras de Gabriel García Márquez a su amigo periodista Álvaro Castaño Castillo, quien le preguntó cómo se vestiría para la ceremonia de los Premios Nobel.
Gabriel García siempre se destacó por impregnar no solo en sus escritos sino ante el público una manera de ser salida de lo convencional, por eso desde un principio se negó a usar el típico frac elegante e impecable, y en su lugar usó la tradicional camisa de lino representativa del Caribe, su región natal.
García Márquez con liqui liqui blanco en los Premios Nobel. Foto: archivos web
El liqui liqui blanco es un traje tradicional de las llanuras de Colombia y Venezuela y solo es utilizado por hombres cuando hay ceremonias especiales. Se teje en lino, una tela apropiada para el clima tropical y caluroso del Caribe, junto con un diseño sencillo. La camisa tiene un cuello militar, que da aires a una prenda militar antigua, con bolsillos discretos en el pecho y el abdomen y, junto a la camisa, hace juego unos pantalones holgados del mismo color.
Así fue como El Universal grabó en sus páginas la noticia. Foto: Hemeroteca El Universal
En la madrugada del jueves 21 de octubre de 1982, García Márquez se encontraba en México cuando recibió una noticia que hacía un buen tiempo estaba esperando. Era la llamada de la Academia Sueca para notificarle que había sido el ganador del Premio Nobel de Literatura. Era una noticia que, aunque sabía que lo llamarían, lo sorprendió y le alegró enormemente. Sin embargo, tuvo que celebrar en México, su segundo hogar—pues se consideraba de nacionalidad colombiana y mexicana— y se encontraba allí exiliado debido a que el 26 de marzo de 1981 había tenido que huir de Colombia para evitar la presunta captura del Ejército colombiano por ser parte del M-19 y por mantener por cinco años la Revista Alternativa, tildada de ser socialista.