Jesús María Beltrán Rey, campesino y verdulero del puesto 155 de los 469 en la plaza central de Piedecuesta, expone las dificultades que amenazan el sustento diario de los campesinos y vendedores en el actual contexto de crisis económica.
Cepitá, municipio santandereano ubicado a una hora y 37 minutos de Piedecuesta por vía terrestre, cuenta con una población de 1.869 habitantes. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), 402 personas (21,5%) deciden cambiar de residencia, migrando a ciudades como Bucaramanga, Bogotá y Medellín en busca de mejores oportunidades de trabajo. La familia de Jesús María Beltrán no fue la excepción, ellos decidieron salir de Cepitá y trasladarse a Piedecuesta con sus 12 hermanos. “Nos vinimos del campo buscando una economía mejor, […] la vida del campo es muy dura”, afirma Jesús María Beltrán, verdulero de la Plaza de Mercado Central de Piedecuesta .
La familia de Jesús llegó a Piedecuesta con la esperanza de mejorar la economía de su hogar. Con el tiempo, el esfuerzo dio frutos y consiguieron como propio el puesto 155, que quedó a cargo de Jesús. Desde niño ayudó a sus padres a vender verduras como tomate, yuca, perejil, pimentón, zanahoria, cebolla y plátano en la plaza, dejando atrás cualquier deseo de estudiar. Sin embargo, Beltrán siempre ha sido apasionado por el campo trabaja tanto en la plaza como en la finca que tiene a las a fueras de Bucaramanga.
“La única vez que crucé por una escuela fue cuando vi la puerta de ella”, recuerda Jesús mientras muestra al cliente los tomates que tiene en una caja. “A mis hermanos los mandaban a la escuela cada tres meses, […] la escuela quedaba a dos horas de la finca”, agrega Beltrán. Esta es la realidad de los niños campesinos de Cepitá. Según el DANE, el 13,4% de los habitantes de Cepitá no tienen nivel educativo, y tan solo el 2,3% cuenta con un nivel de educación superior, haciendo que los niños y jóvenes se dediquen a trabajar en ayudar a sus padres en el hogar, permitiendo que algunos de sus hermanos puedan estudiar. “Unos por otros, mientras algunos trabajan otros logran ir algún tiempo a la escuela”, señala Jesús.
Jesús creció trabajando en la Plaza Central de Piedecuesta, situada a unos 40 minutos de Bucaramanga, sin embargo, desde sus 11 años hasta los 18 años estuvo en la finca de sus tíos. “Aprendí a echar azadón y machete, […] en el campo se aprende de todo”, asegura. Para él, ser independiente y aprender a hacer de todo es esencial para la vida: “A usted le toca aprender a trabajar lo que toque”. Por eso, decidió no solo especializarse en los tipos de verduras, en cuál es la que más le gusta a la gente o en qué productos son los más vendidos en cada temporada, sino que aprendió los oficios del campo y también trabajó como camionero. “Trabaje 35 años en el negocio de la leche, manejaba los camiones desde Ecuador hasta Bucaramanga”, recuerda Jesús.
De acuerdo con el DANE, a la Central de Abastos de Bucaramanga (Cenabu), ubicada en la vía Palenque-Café Madrid, entran 4.500 personas y un promedio de 400 vehículos de carga diarios desde la 1:00 de la mañana. En este lugar, dedicado al abastecimiento de mercado para comerciantes, distribuidores, restaurantes y compradores mayoristas, las personas encargadas de mercar y cargar son netamente campesinos o comerciantes minoritarios de las plazas de Bucaramanga. Aunque desde pandemia Jesús Beltrán no va a Centro Abastos, continua su rutina laboral desde temprano en la plaza donde recibe los productos que le traen. “Mis días comienzan a las 5:00 a.m. y terminan a las 12 del mediodía”, afirma.
La pandemia por COVID-19 en el año 2020 fue uno de los eventos más disruptivos a nivel internacional, lo que llevo al aislamiento preventivo de la población durante aproximadamente seis meses, situación que afectó a los campesinos que producían las verduras y a los verduleros que no podían salir de su casa. “Desde la pandemia la plata no me alcanza para subsistir; me veo muy apretado […] apenas cubro mis necesidades”, narra Jesús. Esto tuvo un efecto en los comerciantes, quienes recurrieron a otras alternativas para cubrir sus necesidades básicas. “Ahora saco de un banco para pagar en otro”, agrega. Es este el motivo por el que han llegado prestamistas a la Plaza central de Piedecuesta y los vendedores se ven envueltos en situaciones complicadas.
“Al gobierno lo que le importa es subir todo, pero no se imagina la vida del pobre”, sostiene Jesús, quien se refiere al gobierno como un ente que busca beneficiarse a el mismo y a las élites a costa de los pobres. “Los impuestos están cada vez más caros”, añade Beltrán. “Hoy en día uno ya no se puede dar el lujo de irse de viaje en vacaciones. Para tener lo que tengo me ha tocado aguantar el hambre”, asegura Jesús, quien ha logrado, después de 73 años, obtener su finca y su puesto en la plaza.
“Hace 12 años que me senté a trabajar aquí”, señala.Él determinó que la mejor opción era pasar sus días haciendo de lo que más le gusta: vender las verduras, los huevos y la hoja de plátano de la mejor calidad, como él mismo asegura, “para atraer a las muchachas bonitas que pasan por aquí”.