Los bereberes es la raza más antigua y numerosa de África del norte. Vienen desde Marruecos hasta el desierto de Egipto. En Marruecos se distinguen tres grupos principales: los rifeños, que habitan las montañas del Rif; los del medio Atlas y alto Atlas; y los que habitan en el sur del país, en el desierto del Sahara. De ahí es nuestro personaje, Hamid, que hasta sus ocho años vivió —al igual que toda su familia— en las profundidades del desierto como nómadas.
Su vida consistía en salir en busca de agua, recorrer el desierto guiándose por las estrellas y confiar en su camello para encontrar nuevos pozos. Los nómadas nacen en carpas hechas de pelo de dromedario y desde los siete años los dejan alejarse de su familia con su camello y lo normal es que anden solos o en grupos pequeños para que el agua no se acabe tan rápido. Para Hamid haber nacido nómada fue como una escuela de vida, dice que los recuerdos más felices son jugando con sus cabras y llevando agua de los pozos con su mamá.
—Los nómadas no queremos cambiar de lugar, estamos buscando felicidad y cuando encontramos felicidad en personas o lugares, ¿por qué lo cambiaríamos?
—O sea, ¿era feliz siendo bereber?
—Exactamente.
—Entonces, ¿por qué lo cambió?
—Es que no cambié nada, solo la vida de nómada.
Para Hamid y su familia la vida de nómadas no era fácil, las cabras morían en temporada seca, el agua que conseguían venía contaminada desde la ciudad, por lo que enfermaban mucho, y para curar las enfermedades solo tenían las hierbas que les daban sus abuelos. Sin embargo, uno de los puntos de quiebre que terminó con la vida nómada de Hamid y su familia fue la enfermedad de su hermana menor.
Mi hermana había nacido con un tumor en la cabeza y como éramos pobres no podíamos pagar la operación para ayudarla. Un día mi hermana no dejaba de llorar y ni siquiera las medicinas de mis abuelos la ayudaban, entonces mi papá decidió llevarla al hospital —nosotros éramos nómadas, vivíamos en las profundidades del desierto, poder llegar a un hospital requería de muchas horas caminando—, y después de varias horas llegó a una carretera destapada y esperó a que un carro pasara a ayudarlo, pero mi hermana no aguantó y murió en sus brazos. Eso destrozó a mi papá. Cuando volvió nos dijo que nuestra vida de nómadas llegó a su fin. Vendió todo lo que tenía y con eso logró comprar una casa chiquita de adobe en una de las ciudades árabes más cercanas.
¿Cómo fue pasar de la vida nómada a la vida moderna?
Hamid: Difícil. En esos tiempos los árabes y bereberes no nos llevábamos muy bien por los conflictos que había entre Argelia y Marruecos con las colonias. Los árabes creían que éramos bárbaros y había mucho racismo. La experiencia que llevo mi corazón es el primer día de clase, fue horrible. Mi hermano me dejó en la escuela y en el salón estaba con unos cincuenta niños árabes. Como era bereber nadie quería sentarse al lado mío, me miraban diferente y se reían. En un momento quería ir al baño y no podía decir porque no sabía hablar árabe y si hablaba en mi idioma iba a ser peor, no fui capaz de aguantarme y me hice en mi pantalón, fue horrible, todos se rieron de mí. De adulto puedes ignorar eso, como niño es difícil. Pero luego de lo malo viene lo bueno; después de un tiempo ellos empezaron a cambiar las ideas que tenían de los bereberes y pude hacer amigos.
¿Cómo una familia nómada pasa de vivir en una casa pequeña de adobe a tener una agencia de turismo grande y consolidada?
H.: El destino nos lleva ahí. Cuando llegamos a esa ciudad mi hermano tuvo que salirse de la escuela para ayudar a mi papá, pero nadie le quería dar trabajo por ser bereber, lo único que logró conseguir fue ser chofer en un hotel donde no le pagaban, su sueldo eran las propinas que los turistas le quisieran dar. En ese trabajo aprende español y como los trayectos que hacía para las excursiones eran largos, empieza a contar la historia de nosotros como familia nómada, eso nos cambió toda la vida.
En uno de los trayectos, mi hermano les contó nuestra vida a los dos mexicanos que escribieron nuestra suerte. Ellos se enamoraron de nuestra historia y de la responsabilidad que él tenía, que en ese momento era un niño que cargaba con responsabilidades de adulto. Prometieron que lo iban a recomendar mucho y tres meses después de que volvieron a México mandaron a quince de sus amigos. Siguió trabajando en el hotel, pero empezó a recibir a muchas personas que venían buscándolo a él gracias a las recomendaciones que otros hacían. Ahí nace la idea de montar una agencia de viajes, pero para eso él necesitaba su propia camioneta y como seguíamos siendo pobres no había nadie que lo pudiera ayudar. En ese momento mi papá tomó la decisión de volver a vender todo lo que tenía, imagínate confiar en el sueño de un nómada de 23 años y arriesgarlo todo por ese sueño, eso nos hace tener un respeto muy grande hacia mi padre.
Cuando mi hermano compró la camioneta, empezó a recibir grupos de cinco y diez personas para hacer las excursiones al desierto, la mayoría eran latinos, y como los grupos empezaban a crecer quisieron comprar otra camioneta, luego otro de mis hermanos se metió a trabajar con él para ayudar y después yo fui a la costa para estudiar hotelería y turismo y que esto se volviera más profesional. La empresa empezó a crecer y ahora toda mi familia y muchas familias del desierto están involucradas.
Creemos que el cambio empieza desde nosotros, así es como cambiamos el mundo. Empezamos haciendo excursiones al desierto, luego con el campamento de tener una noche en el desierto, después un paquete más profesional donde ofrecíamos un tour y ahora nuestro proyecto grande, tener un hotel en medio del Sahara. Llevamos siete años construyéndolo y en octubre lo vamos a ver, es un proyecto que va a ayudar a muchas familias nómadas.
Contando su historia de vida, habla mucho de soñar, de ayudar y de que todos somos iguales. Hay mucha gente que tiene miedo de venir a Marruecos o a África, en general. ¿Cuáles cree que son los estigmas que pesan sobre esta región?
H.: Es algo normal. Por ejemplo, antes de trabajar en turismo pensaba que todos en Colombia tenían armas. Lo mismo es en Marruecos, creen que es peligroso o que las mujeres para nosotros no tienen valor. Las personas no entienden la cultura y a muchos les da miedo venir, pero es como decir que Colombia es sólo narcotráfico, no es cierto. Hay un dicho que dice “viajamos no para cambiar de lugar sino para cambiar nuestra mente”.
¿Qué es lo mejor de la vida nómada y lo mejor de la moderna?
H.: La vida nómada te enseña que no hay preocupaciones, no tienes reloj, te dejas guiar por el sol y las estrellas. Y de la moderna: poder hacer amigos nuevos, conocer otros mundos y culturas. Cada vida tiene algo especial.
La entrevista termina. Hace diez minutos los conductores están afanando para montarnos a las camionetas y poder llegar al Sahara. Si alguna vez la vida los pone en este desierto, conociendo a más nómadas, montando en dromedarios, manejando cuatrimotos por las dunas y viendo las estrellas en medio de una fogata, que sea con ellos @viajeenmarruecos.