Foto 1 (Getty Images), Foto 2 (IDI)
A lo largo de su historia criminal Adolf Hitler acumuló un sinnúmero de rivales políticos y militares, así como enemigos personales. Destacan nombres como: Winston Churchill, primer ministro del Reino Unido y quien lideró la resistencia británica contra la Alemania nazi; Franklin D. Roosevelt, presidente de los Estados Unidos durante gran parte de la Segunda Guerra Mundial y líder clave en la lucha contra el nazismo. Incluso algunos de sus soldados como Claus von Stauffenberg, quien se opuso al Führer liderando un intento de asesinato contra él en 1944.
Sin embargo, un adversario que Hitler nunca imaginó tener fue Jesse Owens y en un ámbito en el que el dictador alemán jamás en la vida pensó encontrar un rival: el deporte.
Como un método de volver a Alemania a la comunidad internacional, luego de la Primera Guerra Mundial, en 1931 se escogió a Berlín como la sede de los siguientes Juegos Olímpicos. Una idea bastante salomónica para todas las partes. No obstante, en 1933 el nazismo llegó al poder pudriendo aquellas buenas intenciones y observando los Juegos Olímpicos como una manera de propaganda y promoción de su ideología, además de demostrarle al mundo la superioridad de la raza aria.
Un complejo de superioridad que el estadounidense Jesse Owens supo derrotar.
En Oakville, Alabama, el 12 de septiembre de 1913 nació el último de 10 hijos de una familia afroamericana, llamado James Cleveland Owens. Niño que a los 9 años le tocó emigrar, junto con su familia, a Cleveland en busca de un mejor futuro.
El cargar vagones, reparar zapatos y distribuir mercancías forjaron la personalidad de un chico que solo corría para huir de los problemas y distraer el hambre, no como una carrera deportiva.
Esa, la carrera deportiva, la inició en secundaria, donde atrajo la atención de los conocedores del atletismo nacional e internacional, al igual el récord del mundo de las 100 yardas al detener los relojes en 9,4 segundos con tan solo 20 años. El seudónimo “bala” era su distintivo.
En los comienzos de la década de los treinta, Owens se convirtió en un atleta estrella en la Universidad Estatal de Ohio, donde estableció varios récords nacionales e internacionales. Acontecimiento que lo llevó a ser parte del equipo nacional que iría a los Juegos Olímpicos a disputarse en Berlín.
Años previos a los Juegos Olímpicos, se fue conociendo el ambiente hostil de segregación racial y religioso de una Alemania ya gobernada por Adolf Hitler. En primera instancia, no se iba permitir que deportistas judíos o personas negras compitieran, aduciendo ser razas inferiores. Sin embargo, después de que varios países amenazaran con boicotear los Juegos Olímpicos, el Comité Olímpico Internacional presionó al gobierno alemán, dando el brazo a torcer, permitiendo la entrada de Owens y otros atletas afroamericanos.
El argumento, por demás ignorante, de que la raza aria tenía superioridad física e intelectual por sobre los demás; no pudo ser más refutado por un personaje que por Jesse Owens. Un atleta a carta cabal, pues era el más rápido, pero también quien más saltaba. Owens superó a todos en las pruebas de 100 metros, 200 metros, salto de longitud y relevo 4x100 metros, ganando cuatro medallas de oro para los Estados Unidos.
Previamente a los Juegos se había acordado de que Hitler le diera la mano a todo deportista que ganara su competencia. Como si la humillación ya no fuera suficiente, el hecho de tocar a un afroamericano que triunfó por sobre sus atletas arios aterró tanto al canciller que se inventó todas las excusas que pudo para romper dicho trato.
Las medallas de oro ganadas por Jesse Owens en los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín son recordadas como un hito en la historia del deporte, y un ejemplo de cómo el deporte puede superar las barreras culturales y políticas. Su legado sigue siendo un recordatorio de la importancia de luchar por la igualdad y la justicia, y de cómo el deporte puede ser una herramienta poderosa para inspirar el cambio.
Después de su carrera deportiva, Owens se convirtió en un activista de derechos civiles y trabajó para promover la igualdad racial y el acceso a la educación. Owens falleció el 31 de marzo de 1980, pero su legado como uno de los atletas más destacados y valientes de la historia sigue siendo recordado y celebrado en todo el mundo.