El calor del mediodía golpea sin escrúpulo las calles de la carrera 27. Los rayos de sol achicharran la piel con rabia, como un grito de protesta del cielo. Sin embargo, esto no impide que las brochas se sigan moviendo ni que la causa se detenga. En medio de los pitos incesantes del tráfico, del humo expulsado por los exhostos de los buses, del afán de la ciudad un sábado en hora pico, se encuentran Juliana y Pavel Jones.
Con el sudor cayéndole de la frente, pero con una sonrisa tatuada en el rostro, Juliana Gómez se acerca. La sencillez y frescura de cada movimiento reflejan lo cómoda que se encuentra en este ambiente, producto de la experiencia. Hace parte de la organización ambientalista CENSAT Agua Viva que tiene incidencia y trabajo territorial en varios lugares de Colombia.
“La organización tiene 36 años. Lo que nos motiva justamente es la lucha. Resistir, defender el agua, defender los territorios, creo que eso es lo que nos mantiene”, una expresión de orgullo invade todo su rostro, como si decirlo en voz alta reafirmara el impacto de su lucha.
Mientras cubre su rostro con una mano, para que el brillo del sol no impida su vista y señala a todas las personas que se encuentran con brocha en mano, explica: “Este proyecto es una jornada que estamos haciendo de varios murales en diferentes ciudades; la intención es subir el costo político de la extracción de los hidrocarburos y minerales”.
Al momento de adentrarse por las calles de Bucaramanga, es casi imposible no toparse con murales que reflejen la defensa de una causa social o con paredes con distintas tonalidades de grafiti que busquen ofrecer una visión más colorida de la ciudad. La capital del departamento de Santander se ha convertido en los últimos años en una ciudad exponente del muralismo en Colombia.

Foto: Isabella Barbosa y Daniela Hernández
Esta manifestación artística facilita el fortalecimiento del tejido social de distintos grupos sociales y permite el rescate y la celebración de la identidad local y cultural. Pasear por ubicaciones como la carrera 27 o la Puerta del Sol se asemeja a la visita a un museo abierto. Los emblemáticos murales como el de los Hermanos Garnica, con su homenaje a la tradición local, o el tan polémico (y en muchas ocasiones borrado) mural de “Las Cuchas Tienen Razón”, son ejemplo de cómo el arte urbano se abre paso en una ciudad con gigantes de cemento.
Así lo vivió Julián Pabón, estudiante de Ingeniería Ambiental de la Universidad Industrial de Santander (UIS). Con las manos llenas de pintura, pero con la misma actitud efervescente de todos los que se encuentran reunidos, dice: “Le apostamos al arte comoherramienta de reivindicación, transformación y también de herramienta política para expresar todas nuestras banderas y causas”.
A pocos metros se encuentra un hombre de piel canela, con su brazo derecho completamente tatuado y, con la fuerza de este mismo, agita la lata de aerosol con la que está realizando los primeros trazos del mural. “Soy maestro en Artes Plásticas de la UIS, pero ejerzo el arte urbano desde hace 8 años.El arte urbano me dio la oportunidad de terminar de pagar mis estudios y cuando salí de la UIS me dediqué al 100%”, comenta Pavel Jones con cierta timidez.
El tráfico sigue su curso natural, dejando rostros de desagrado e indiferencia por parte de aquellos que pasan y desconocen el recorrido y la causa de quienes se encuentran, en este momento, dándole voz a las calles de su ciudad. “Hemos podido realizar proyectos de arte urbano beneficiando las comunas 14 y 4, como son los corredores de arte urbano comunitario que tiene Morrorico, y también el barrio de transición”, explica, mientras hace trazos en la pared que parecen darle vida a una especie de animal marino.

Foto: Isabella Barbosa y Daniela Hernández
“Ahora vemos nuevos exponentes y estamos tratando de cambiar esa imagen del artista que ya se traía: que las drogas, que la fiesta, que el cabello… como que ya hay un estándar de lo que se espera que sea un artista y de lo que debe hacer. Nosotros venimos aquí para romper todos esos estándares”. A pesar de sus gafas oscuras y su risa tímida, hay una convicción en cada palabra pronunciada y una energía poderosa que transmite la pasión de vivir el arte urbano en carne propia.
“Convivir, hacer conexiones y dejarle algo bonito a Bucaramanga”, este es el objetivo de este artista y de cada persona que se toma el tiempo de venir a apoyar esta causa. A pesar de estar en la calle, en un ambiente que muchos tildan de “peligroso”, no hay lugar más seguro en el mundo.No hay mejor espacio para existir fuera de los prejuicios. No hay mejor escenario para decir lo que se piensa, lo que se siente y para luchar por lo que se cree.Es un ambiente de alegría. Aunque es una lucha, no todas las luchas son trágicas; esta se libra entre amigos, en familia, entre quienes pintan el mundo que quieren habitar.




