En Santander, el fútbol ha convocado a familias enteras que esperaron ver a uno de los suyos convertirse en estrellas del deporte, pero complicaciones económicas, falta de oportunidades y otros percances han obligado a los deportistas a tomar otros rumbos.
A los barrios populares, los jóvenes llegan como formadores transformando, en la mayoría de los casos, un sueño que no pudo ser. Y en la región, el fútbol no sólo se posiciona por motivo de orgullo familiar, sino que logra equipararse a una carrera de obstáculos por un reconocimiento donde no todos los participantes llegan a la meta final.




