En el corazón selvático del Pacífico colombiano, el departamento del Chocó alberga una de las mayores diversidades étnicas del país: más del 96% de su territorio está constituido por tierras colectivas de comunidades afrocolombianas e indígenas, y el 33% corresponde a resguardos indígenas que abarcan más de 1.5 millones de hectáreas. En 28 de sus 30 municipios habitan pueblos como los Emberá Dóbida, Chamí y Katío, los Wounaan, Gunadule, Zenú y Eperara Siapidara, cuyas formas de vida están profundamente ligadas al entorno natural y a saberes ancestrales.
Figuras como el Jaibaná —curandero y guía espiritual entre los Emberá— o la Tachi Nawe entre los Eperara, son pilares de un sistema de salud propio que convive, no sin tensiones, con el modelo oficial. Sin embargo, esta riqueza cultural contrasta con una realidad alarmante: el Chocó tiene el Índice de Desarrollo Humano (IDH) más bajo del país, con graves deficiencias en salud, educación e infraestructura. Frente a este panorama, un equipo de investigadores de la Universidad Pontificia Bolivariana, desde sus seccionales de Bucaramanga y Medellín, lideró un proyecto de investigación para responder una pregunta urgente: ¿cómo construir un modelo de atención en salud que sea culturalmente pertinente y territorialmente adecuado para estas comunidades históricamente excluidas?