Foto portada: María Camila Bohórquez Gómez.
En el seno de una familia tradicional creció Diana González, la hija menor de dos educadores santandereanos, y que desde pequeña tuvo el apoyo de sus padres para dejar surgir su pasión por la música. Es la menor de cinco hermanos que desde niña tuvo la oportunidad de experimentar con el arte y la música.
Para Diana la única ruta que podía tomar su vida era el arte, por eso decidió viajar a Bogotá a estudiar música en la Universidad Javeriana, estudiar esta carrera le permitió a Diana replantear una nueva narrativa, “cuando ves que la música, en este caso, te puede llevar a cuestionar esta narrativa es maravilloso, y claro que tiene este reto que traen estas carreras, porque es muy fácil decir que uno se va perder, pero hay mil ejemplos de que hay ramas del arte que surgen de estructuras socialmente aceptadas”, apunta.
A mitad de su carrera profesional decidió dar el paso a la industria, y pensando en sus raíces y la tierra que la vio crecer, optó por llamarse Diana Burco, en honor a la cultura Guane, que marcó a Santander. “Desde mi ignorancia busqué nombres y pregunté sobre mis opciones y cuál nos podía servir más, pero todo desde el interés de conectarme con los guanes, mis orígenes y mis raíces”, dice.
La artista ha tenido conexión con ciertos instrumentos como el piano que, como dice, “siempre se me dio naturalmente”, incluso sus manos encajan a la perfección para tocarlo; sin embargo, fue el acordeón el instrumento con el que compaginó de inmediato, en él veía reflejada gran parte de su vida como lo eran los gustos musicales de su padre, “ yo veía el acordeón con mucha curiosidad, el hecho de que no habían mujeres, que a mi papá le encantaba el vallenato, y ya luego de que me conecté con todo esto me di cuenta de que había una oportunidad diferente y se volvió como mi lanza”, relata.
En su carrera se han dado colaboraciones con grandes exponentes como lo es Carmelo Torres, acordeonero de más de 70 años de Los Montes de María, que como dice Diana tiene un talento y unos valores innatos para tocar este instrumento, “todas estas oportunidades son muy valiosas, además de que Carmelo es como mi papá en esta industria”.
El apoyo que recibió por parte de la industria musical la impulsó aún más en este camino de ser una revolucionaria, al convertirse en una mujer que hace música con un acordeón en su pecho, gracias a esto se han dado experiencias como la de colaborar con Lupita Infante en Cumbiecitas elegantes, la oportunidad de poder conectar con todo el legado musical que dejó en su familia Pedro Infante y hacer de Cumbiecitas elegantes un nuevo género musical.
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La primera presentación que tuvo como Diana Burco fue en 2018 en un evento de promoción para su primer álbum que lleva su mismo nombre, la presentación fue en Galería Café Libro en Bogotá; el lugar se llenó con amigos.
Ese día Diana se vio siendo una artista. “siempre habido algo que a mí me ha dicho que tengo que hacer esto y que no puedo parar, tengo muy presente que recibí un don y que me dieron la oportunidad de desarrollarlo; por eso tengo que compartirlo”, resalta.
La importancia que Diana le da al escenario es similar a la que le otorga un jugador de fútbol a la cancha, se prepara desde días antes y analiza muy bien el lugar en donde se presentará para poder conectar de una manera adecuada con sus públicos, todo hace parte de una rutina en la que entrena su cuerpo, mente y corazón, para así mantener la situación como una experiencia sagrada, teniendo en cuenta que carga con la responsabilidad de impactar a su audiencia.
Karma, su último álbum, nació de la idea de hacer algo más propio, un poco más personal, en donde plasmó lo que Diana es como persona, en donde inicia otra etapa en su carrera. “Para este álbum firmé con Codiscos, y conocí lo que es trabajar en equipo conscientemente, me di cuenta de cómo es en realidad la música comercial oficialmente. empecé a trabajar con productores como Georgy Parra, que trabaja en función de buscar el hit, pero nunca dejando de lado lo que quiere el artista”, relata la artista y agrega que “nunca pensé que me iba a proyectar a otros tipos de mercados, y todo esto se ve reflejado en Karma”.
En este punto de su carrera le atribuye su éxito y sus logros al trabajo en equipo y los valores que aprendió de su ciudad natal, en especial las cualidades que son características de los santandereanos, y que para ella deben estar totalmente impregnados en sus proyectos.
Luego de vivir fuera de Bucaramanga por mucho tiempo, Diana ve como una necesidad dejar de lado una vez más el caos de ciudades como Bogotá y Medellín e iniciar proyectos con el equipo que ama y despertó en ella una pasión por el fútbol, y es donde nace la idea de hacer una cumbia con la barra brava de su equipo, el Atlético Bucaramanga.
“Teníamos que grabar en Morrorico; los murales hermosos sobre lo que es la cumbia, lo que es Bucaramanga me hizo cuestionar lo que es la cultura popular de la ciudad, despertando en mí nostalgia para empezar a trabajar directamente con ellos e incluso se dio la oportunidad de cantar el himno de la ciudad que me llevó a un sinnúmero de experiencias maravillosa y que me llenaron de certeza para trabajar con mi equipo”, comparte.
Las experiencias en su carrera artística, le han permitido a Diana visitar Asia, Estados Unidos y Europa, acompañada de un sinfín de emociones la motivan a seguir en su proyecto artístico. El Grammy Latino que ganó el pasado 14 de noviembre en la categoría Mejor diseño de empaque por su álbum Karma, le permite seguir creciendo y alimentando la posibilidad de crear y experimentar qué se puede hacer con sus Cumbiecitas elegantes desde el universo femenino que es nutrido por lo que le brinda su ciudad natal.