“…Después de 214 años logramos un gobierno del pueblo, un gobierno popular, el gobierno de la gente con manos callosas, el gobierno de la gente de a pie, el gobierno de los nadies y las nadies”. Este fragmento del discurso de la vicepresidenta electa Francia Márquez retrata el momento de transición que vive el sistema político colombiano. Por primera vez, en más de dos siglos de existencia republicana, llega a la presidencia un gobierno de izquierda, hecho que controvierte el ya acostumbrado domino de los partidos políticos y de las élites tradicionales en la democracia colombiana.
Los más de once millones de votos obtenidos por el Pacto Histórico en la contienda electoral del 19 de junio no solo reflejan el respaldo de la ciudadanía a un programa progresista, sino también otorgan valor a aquellas luchas y reivindicaciones sociales de colectivos, comunidades, grupos y organizaciones de la sociedad civil que han sido históricamente excluidos de los espacios de poder y de toma de decisión. Los resultados de las elecciones legislativas, de la consulta interpartidista, y de la primera vuelta presidencial marcaron una tendencia de cambio en las preferencias políticas de los electores. No es un hecho menor que una fuerza alternativa alcanzara un total de 47 congresistas entre Senado y Cámara de Representantes, y obtuviera en primera vuelta cerca de 8.5 millones de votos.
El mapa del comportamiento electoral en segunda vuelta corrobora la tendencia de cambio: el pacto histórico consolidó sus votos en los departamentos y municipios que han sufrido violencia armada, institucional y estructural: Chocó (81,94%), Cauca (79,02%), Putumayo (79,67%), Nariño (80,9%), Valle del Cauca (63,8%), Vaupés (74,1%), La Guajira (64,6%). Este panorama en las regiones periféricas estuvo acompañado por el crecimiento de un voto urbano independiente que encontró en el programa de Gustavo Petro una forma hacer visible el sentimiento anti-establecimiento. Así lo demuestran los casos de Bogotá, Cali, Medellín, Bucaramanga, y Cartagena. (Datos de la Registraduría Nacional del Estado Civil)
El apoyo a la fórmula Petro-Francia es un llamado democrático con múltiples y diversas voces: comunidades afrocolombianas, pueblos indígenas, campesinos, víctimas del conflicto armado y de la violencia estructural, comunidades LGBTIQ, sindicatos, juventudes, movimientos feministas, entre otras. En pocas palabras, es la evidencia del reclamo de los “nadies” por ocupar espacios de la política. La expresión “la gente de a pie, los nadies y las nadies”, además de revestir una fuerza simbólica y reivindicativa, implica la existencia de una posibilidad real de inclusión en la historia política de aquellos que han sido relegados del orden social. Lo que refiere el filósofo Jacques Ranciere como la irrupción de “los sin parte”.
“El gobierno de los nadies” tiene, entre otros desafíos, la responsabilidad de sentar las bases para erradicar las prácticas que han determinado el curso de la sociedad colombiana: el racismo, la aporofobia, el clasismo, y, por supuesto, la violencia. No es una tarea sencilla, sobre todo por la necesidad apremiante de generar la suficiente confianza y legitimidad en aquellos sectores que por razones diversas no se han sentido identificados con la hoja de ruta propuesta para los siguientes cuatro años. Un comienzo acertado será dotar de contenido y de lineamientos claros aquello que se ha denominado “el gran acuerdo nacional”.