Se puede estar a favor o en contra de Los Simpson, pero lo que no se puede desconocer es su valor como un fenómeno de masas que, con más de mil millones de espectadores en todo el planeta, ofrece una crítica sarcástica a la cultura popular norteamericana.
Tal vez allí radique el rechazo que en algunos sectores produce este show: a las personas no les gusta sentirse criticadas y mucho menos cuando la crítica proviene de un programa de televisión, en formato de caricatura y, por tanto, con una alta dosis de humor y exageración.
La hegemonía de los medios masivos de comunicación, el poder del capital, la imposición de ideologías políticas y religiosas, el machismo y la sexualidad, son solo algunas de las temáticas recurrentes en el universo de un Springfield, que bien podría ser cualquier ciudad norteamericana, y que ha pisado los callos de importantes sectores de la sociedad.
Ad portas de cumplir 30 años ininterrumpidos al aire y con casi 700 episodios emitidos, el programa se ha consolidado no solo como la serie de ficción más longeva de la televisión norteamericana, sino también como un fenómeno global, lo que ha llevado a su creador Matt Groening a tomarse ciertas concesiones y extender su crítica a otros rincones del planeta.
Su burla a la ortodoxia inglesa, su sátira al aislamiento australiano y su crítica mordaz al caos brasilero, han sido solo algunas de las incursiones del programa en el abordaje de otras sociedades del mundo, como contexto para desarrollar su propuesta de sarcasmo y humor.
Ni hablar de la capacidad predictiva que ha desarrollado el programa a lo largo de estas tres décadas: La llegada de Donald Trump al poder, la caída de las Torres Gemelas y hasta la goleada de Alemania a Brasil en un mundial de fútbol, han sido algunas de las predicciones más recordadas de Los Simpson.
Probablemente la serie haya perdido el encanto de sus primeras temporadas al aire, pero mientras el mundo siga manteniendo como temas de discusión aspectos como la religión, la política y la sexualidad, seguramente esta familia de piel amarilla, ojos grandes, cuatro dedos y a quienes nunca les pasan los años, continuará dando de qué hablar y por qué no, poniendo a pensar a la sociedad.