La tradición en el periodismo nos ha enseñado a ser defensores de la verdad y a contar lo que está ocurriendo, lo que ocurrió o lo que podría ocurrir, apegados siempre a la fidelidad de los hechos y a lo que nos indican las fuentes. Nos han enseñado -hemos enseñado- a ser imparciales, neutrales y a no tomar partido frente al hecho narrado. Por muchas décadas esta doctrina ha marcado al oficio y ha determinado la agenda de los medios de comunicación y la manera como estos narran la realidad. Pero esto es retórica. Funcionaría quizás en un medio escrito por robots. Pero quienes estamos en búsqueda de la verdad somos seres humanos, cargados de emociones y subjetividad.
Entonces, ¿al servicio de quién debe estar esa subjetividad que permea nuestro oficio? Javier Darío Restrepo, el maestro de la ética periodística en América latina, lo dijo durante toda su vida: Si de alguien debería estar al lado el periodista y el periodismo es de los ciudadanos.
“Crear ciudadanía es la obligación del periodista, pero no puede proponérselo haciendo cartillitas, ni haciendo discursitos. Uno forma ciudadanía informándola, lo hace con la noticia; pero no con la noticia dada mecánicamente, si no, dada con intencionalidades. Es decir, esta noticia la estoy dando porque pretendo este efecto, que la gente reaccione, que la gente se sienta obligada a participar, que la gente tenga una mirada crítica. Todo eso forma ciudadanía”, dijo el Maestro Restrepo en 2013.
En ese sentido, la Comisión para el esclarecimiento de la verdad, la convivencia y la no repetición le hizo un llamado a la sociedad colombiana en su declaración de este año:
Un llamado a “mirar críticamente la historia desde una perspectiva que le dé un lugar a la presencia constante de la memoria para la construcción de paz y la no repetición, de forma que comprometa al Estado y a la sociedad en su conjunto y aporte al fortalecimiento de valores democráticos”. Una gran tarea la que tenemos los comunicadores sociales y periodistas de Colombia ante este llamado de la comisión.
Y es que como señala el comisionado Carlos Beristain: “en muchas sociedades fracturadas por hechos traumáticos recientes, el compartir sobre el pasado provoca una polarización en las actitudes hacia la sociedad, o al menos una actitud más negativa de la situación actual, dado que no puede obviarse el impacto de los hechos vividos y las exigencias de justicia y reparación que no han sido escuchadas. La memoria puede entonces hacer explícito un conflicto subyacente para lograr un nuevo equilibrio social”.
Aportar al esclarecimiento de la verdad a partir de la construcción de memoria histórica y a través de los relatos y las narrativas que propongamos, es una tarea a la que estamos llamados los comunicadores sociales y periodistas de Colombia. Una tarea desde la cual podemos contribuir a acabar con la polarización, producto de más de cinco décadas de conflicto.
Como afirma María Emma Wills, investigadora de amplia trayectoria en este tema: “La memoria histórica se considera también una garantía de no repetición porque crea una comprensión pública de los caminos que condujeron al mal y promueve imaginarios sociales que lo impiden”. Una comprensión a la que podemos y debemos contribuir desde la comunicación, a partir de la presentación de relatos y contenidos que aporten a la construcción de memoria en el país.
El reto, entonces, está especialmente dirigido a las nuevas generaciones de periodistas y comunicadores. No en vano la Comisión de la verdad, en su declaración, hizo un llamado a los jóvenes “a encarar la verdad de las causas y los horrores del conflictoarmado y construir la nación nueva que está en sus manos, porque ustedesson el futuro”. El periodismo joven tiene así el desafío de utilizar los nuevos formatos y narrativas para construir memoria histórica en Colombia.